Todos los días hablo con personas, esto comienza a ser un vicio. Y no hablo de fútbol, política, economía o los secretos del poker -que son cosas de las que entiendo poco o nada-, sino de Dios y del misterio del hombre (lo siento, aún no me he dejado influir por el lenguaje sexista ese, y cuando escribo hombre quiero decir la persona humana, hombres y mujeres. Hablar de Dios y del hombre unido a Dios deja a pocos indiferentes. Ya sean unos novios, unos chavales jóvenes, un enfermo …, una vez que se puede hablar de la fe con tranquilidad y sin tapujos se lanza a un montón de preguntas, afirmaciones, pensamientos, convicciones y dudas que tiene uno en su interior y en pocos ambientes puede expresar. Ayer mismo me preguntaba un novio (porque estaba al lado su novia, luego estaba ejerciendo ese papel): “¿Por qué nos cuesta tanto hablar de Dios y manifestar lo que creemos?” Y es verdad que uno que reza puede pasar años rezando solo, con un cierto complejo a que le vean que va a Misa los domingos, o con vergüenza de bendecir la mesa o se siente raro si le propone a un amigo, a su esposa o a su hijo hacer una oración o una visita al Santísimo. Dios se ha quedado relegado para muchos a una esfera vergonzante, oculta, tan íntima que, en ocasiones, es difícil encontrarla. Y cuando encuentras un espacio en que puedes hablar de la fe, de Dios, de tus creencias más íntimas te sientes a gusto (y así pasamos las horas hablando).

“Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó.

Y los bendijo Dios y les dijo: -«Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra. »

Y dijo Dios: -«Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la faz de la tierra; y todos los árboles frutales que engendran semilla os servirán de alimento; y a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todo ser que respira, la hierba verde les servirá de alimento.» Y así fue. Y vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto.” Una vez que Dios había creado toda la naturaleza pone al hombre como su imagen. La relación con Dios debería ser tan familiar para nosotros como respirar, y sin embargo nos encanta hacernos los muertos. Dios está contento con sus obras y en especial con el hombre. Quien empieza a conocer a Dios se da cuenta de su grandeza, de su amor incondicional, de su misericordia, de su presencia permanente en los que le quieren (e incluso en los que no le quieren). Por eso, después del pecado, es decir, del apartamiento voluntario del hombre de Dios, el hombre tiende a justificarse. Y como no vamos a decir que somos muy malos, deformamos a Dios. “-«Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.” Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.»” Hacemos una imagen de Dios que no ama, sino que asusta, deformamos a nuestro creador como si nosotros fuéramos sus inventores… y a casi nadie le gusta mostrar sus deformidades en público.

Pero cuando Dios no es juzgado sino querido y conocido, entonces nos sentimos orgullosos de tener siempre cerca a tan buen amigo y no nos avergonzamos de Él. Es necesario crear espacios donde podamos compartir nuestra fe, escuchar de Dios y escuchar a Dios. Donde uno no salga por la puerta de atrás con la cabeza baja, sino queriendo mostrar a todo el mundo el verdadero rostro del Señor, porque nos encanta “presumir” de lo que amamaos.

Nuestra madre la Virgen hablaba de Dios y con Dios. Que ella nos ayude a superar todo prejuicio de los que quieren manipular a Dios y nos ayuden a buscarle, encontrarle y cuando vean a un cristiano los demás puedan ver a Cristo.