Dos días. ya son dos días sin fumar y todavía no he matado a nadie (al menos conscientemente). Me he enganchado al regaliz, al agua y a los comentarios corrosivos (que liberan muchas toxinas). Esta vez lo dejo ayudado por medicación y creo que ayuda (sobre todo a vivir la pobreza, porque es carísima). Normalmente a las cuatro horas de haber dejado de fumar me hubiera comprado un paquete diciéndome: “Sólo por si de vez en cuando…”y en las siguientes tres horas hubiera habido veinte “de vez en cuandos”. Ahora tengo menos tensión, con no llevar tabaco me acuerdo que no fumo y voy a hacer otra cosa, y si me viene la tentación muy fuerte me doy una vuelta a la plaza. Pero aunque lo lleve mejor la tentación siempre está ahí: “Venga, el último”, pero como sé que con la medicación no los disfruto…, pues no lo fumo y a otra cosa. Sé que la tentación siempre estará ahí, simplemente se trata de decir que no.

“La serpiente era el más astuto de los animales del campo que el Señor Dios había hecho. Y dijo a la mujer: – “¿Cómo es que os ha dicho Dios que no comáis de ningún árbol del jardín?”” Una lástima que no estuviese allí el vicario parroquial de la parroquia, con el asco que le tiene a las serpientes le da en ese momento un buen pistón y problema solucionado. ¡Lástima de pisotón! Pero es una buena lección para empezar. la tentación siempre viene del enemigo y va a querer engañarnos. Y siempre suele ser más listo que nosotros. Por lo que, cuando nos venga alguna tentación, no dialoguemos con ella. Pisotón y paso adelante.

“¿Cómo es que os ha dicho Dios que no comáis de ningún árbol del jardín?” El demonio siempre va a retorcer la verdad. No te tentará con irte a cazar unicornios, pero te tocará la fibra sensible. “¿No crees que el empresario te paga demasiado poco y tienes derecho a tomar (léase robar) lo que te mereces?” Pocas veces el diablo va de frente, con grandes pecados. Sólo hay que leerse las “Cartas del diablo a su sobrino” de Lewis para pasarse un buen rato pensando lo tontos que llegamos a ser.

“Oyeron al señor que pasaba por el jardín a la hora de la brisa; el hombre y su mujer se escondieron de la vista del Señor Dios entre los árboles del jardín.” Menudos becerrillos somos a veces. Estoy convencido que si Adán y Eva hubieran corrido hacia el Señor, reconociendo su pecado y pidiendo perdón, hubieran conocido la misericordia de Dios. Pero se esconden. También nosotros, tantas veces, una vez que caemos en el pecado, nos escondemos de Dios, detrás del ramaje del demonio. Y huimos de la misericordia de Dios, y creemos que ya Dios no nos va a perdonar, que pasamos mucha vergüenza, que van a conocer nuestras dificultades,… que nos han engañado como chinos (con todo mi respeto a la comunidad oriental). El demonio sólo ofrece vacío, nada. Y tantas veces corremos a echarnos en sus brazos.

“Le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. El, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», esto es: «Ábrete.» Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad.” Si el sacerdote no estaba muy cansado el día de nuestro bautismo realizó este gesto con nosotros. Se abrió nuestra alma para distinguir la acción del Espíritu Santo, lo verdaderamente bueno, bello, hermoso, lo de Dios. Le pedimos a nuestra Madre la Virgen que nunca queramos ver hasta donde podemos llegar en el pecado, dialogando con las tentaciones, sino que corramos por el camino de crecer en la virtud.