Comentario Pastoral
LA BLANCA TRANSFIGURACIÓN

Aunque en Cuaresma se utiliza el color morado en las vestiduras litúrgicas, sin embargo, apoyados en el relato evangélico que se lee hoy, se puede decir que es un domingo de color blanco. Lo blanco evoca la inocencia, la alegría, la admiración. Es color de vida y de luz, opuesto al negro, color de tinieblas y de luto. Es significativo que el color blanco, con referencia a Cristo, no aparece durante su vida terrena, excepto en el momento privilegiado de la transfiguración; «sus vestidos se volvieron blancos como la luz» cuando en la cumbre del Tabor desveló su gloria. En esta teofanía, similar a la del Sinaí, Cristo brilló con luminosidad nueva. Los que serían testigos de la agonía en la noche negra de Getsemaní son los que ahora ven su gloria resplandeciente y blanca.

Al monte Tabor se lo compara normalmente con el Sinaí, donde la irradiación fulgurante de Jahvé coronaba la montaña y volvió radiante el rostro de Moisés. Pero el monte de la Transfiguración hace referencia también al Calvario. Son dos cimas de glorificación, a las que hay que ascender. Quién quiera contemplar, como Pedro, Santiago y Juan, la gloria de Dios, tiene que subir como Cristo al Calvario de la fidelidad y de la entrega. La cruz es la gloria del cristiano.

Para que el hombre pueda transfigurarse y resplandecer tiene que escuchar al Hijo predilecto de Dios. Toda la Cuaresma es una escucha intensa de la Palabra que salva; imitando a San Pedro, el cristiano debería exclamar: ¡qué hermoso es vivir este tiempo de gracia y renovación, para bajar al valle de lo cotidiano pertrechados de una gracia y fuerza nueva! Así un día podrá subir al definitivo Tabor de los cielos después de haber caminado por la vida manifestando en todo la gloria de Dios.

Andrés Pardo


Palabra de Dios:

Génesis 12, 1-4a Sal 32, 4-5. 18-19. 20 y 22
san Pablo a Timoteo 1,8b-10 san Mateo 17, 1-9

Comprender la Palabra

Los textos bíblicos de este segundo de Cuaresma nos invitan a reflexionar sobre algunas etapas fundamentales de la historia de la salvación: al género humano pecador (tema del domingo pasado). Dios misericordioso (Salmo) le da a conocer su vocación de construir un inmenso pueblo o familia (primera lectura), en la que la existencia del hombre tiene por ideal y término la gloria que se manifiesta en Jesús transfigurado (evangelio).

La primera lectura nos presenta a Abrahán como patriarca y modelo de todos los creyentes. Deja la comodidad de su tierra y casa para convertirse en peregrino. Por su obediencia germina la Bendición que se extenderá por todo el mundo. Abrahán muestra a la humanidad el camino de la fe, como aceptación de la Palabra de Dios que llama al hombre y lo conduce a un destino infinitamente superior a sí mismo. El Patriarca de todos los redimidos se presenta como arquetipo de fidelidad a la vocación: dócil a la Palabra, heroico en la renuncia, peregrina sin condiciones, “amigos de Dios”.

La segunda lectura aborda las graves dificultades que surgieron en la comunidad cristiana: del exterior, las persecuciones, y desde el interior, la presencia de gnósticos y otras deformaciones de la fe. En esta segunda carta a Timoteo el autor quiere poner en guardia ante los peligros que acechan a la Iglesia desde ambos frentes, alentando la timidez de Timoteo y dándole aliento para trabajar y también sufrir por el Evangelio. El anuncio es el signo más firme de nuestra fe en la resurrección de Cristo. Sólo desde la convicción de que Dios ha devuelto la vida a Jesús, es posible la evangelización. Esta lectura, en el corazón de la Cuaresma, apunta con firmeza hacia la Pascua no sólo celebrada litúrgicamente, sino actualizada en la historia de todos y de cada uno de los hombres.

El relato de la Transfiguración de Jesús pertenece a la triple tradición evangélica (la refieren Mateo, Marcos y Lucas), situándola entre la confesión de Pedro en Cesarea y el primer anuncio de la Pasión que va a ocasionar el rechazo de Pedro, asustado por el escándalo de la Cruz. La imagen de Jesús transfigurado se presenta como ideal y término a los peregrinos de la salvación. Hacía poco que había anunciado su próximo camino a Jerusalén para sufrir allí la Pasión y Muerte. Añadiendo luego que cada uno debía caminar, con su propia cruz, en pos del Mesías. Estas palabras abrumaron a los discípulos, por lo que el maestro les anticipa la experiencia pascual: por la Cruz a la Gloria. El Hijo del hombre se manifiesta en la montaña hecho un ascua de luz. La montaña alta evoca el Sinaí, donde Moisés y Elías alcanzaron antaño el privilegio de hablar con Dios. Ahora, conversan con Jesús. Al final de la teofanía, cuando los discípulos en adoración vuelven a abrir los ojos, ya no verán más a Jesús solo. Ni Moisés ni Elías: Jesús basta, único Señor y única Verdad. El Padre ya no tiene más que decir, porque en Él ha revelado todo su pensamiento, todo su corazón.

La Cuaresma es un tiempo de camino y de peregrinación para el encuentro con Jesús y con uno mismo. Es un tiempo privilegiado para encontrarnos con la Palabra de Dios, que es viva y eficaz como espada de doble filo, que ilumina, denuncia, salva, exhorta y da vida, conduciendo al hombre a su más intima realidad y libertad. Es necesario que escuchemos al Enviado definitivo de Dios. La Cuaresma nos prepara a la Pascua. Como los discípulos, también nosotros peregrinamos durante la Cuaresma de la vida con los ojos ya iluminados por el reflejo de la Gloria de Cristo, que también es nuestra.

Ángel Fontcuberta


mejorar la celebración

Las Conmemoraciones de los Santos en Cuaresma  


Las Conmemoraciones vienen a ser unas memorias simplificadas, con ellos se quiere velar pata que algunas ferias del propio tiempo especialmente importantes no queden olvidadas. Estas conmemoraciones son propias exclusivamente de las ferias de Cuaresma y de la última semana se Adviento. En el periodo cuaresmal los santos que en el Tiempo Ordinario se les asigna la categoría de Memoria, figuran en estos días con la rúbrica: para la conmemoración. Por lo que se refiere al modo de celebrar estas Conmemoraciones téngase presente: 1) que todas las Conmemoraciones son libres, aunque en el tiempo ordinario sean Memorias obligatorias. 2) en la Misa se sustituye la colecta ferial por la del santo conmemorado, no debe añadirse la colecta del santo a la de la feria. La oración sobre las ofrendas y la de después de la comunión son las de la feria, no las del santo conmemorado. Todo lo demás de la Misa, incluso el color morado de las vestiduras, es de feria. 3) en el Oficio de lectura después de la segunda lectura de feria y su responsorio, puede añadirse como tercera lectura la propia del santo conmemorado con su responsorio. En Laudes y Visperas, después de la oración ferial conclusiva, que se dice sin la conclusión acostumbrada, puede añadirse la antífona del Cántico (propio o del Común) y la oración del santo.





sugerencias liturgicas


La austeridad en la liturgia cuaresmal

La reforma litúrgica a raíz del Concilio Vaticano II, ha subrayado la primacía de la celebración anual de la Pascua por encima de todas las demás fiestas; así como el carácter simbólico de las celebraciones litúrgicas: los ritos sagrados están ordenados, no sólo a la santificación de los fieles, sino que tienen, también, un fin pedagógico, es decir, que significan lo que contienen y alimentan y expresan la fe por medio de gestos y símbolos (cfr. S.C. 21). Siguiendo esta doble línea (primacía de la Pascua e importancia de los signos) la renovación litúrgica ha restaurado algunos signos y subrayado la centralidad de la celebración pascual. Pero hay que lamentar que ni la primacía de Pascua ni la necesidad de expresar con signo claro acaban de ser realidad en la práctica celebrativa de las comunidades cristianas. Uno de los signos que, sin duda, mejor expresa litúrgicamente el tránsito pascual es el paso de la austeridad cuaresmal al ambiente festivo de los días de Pascua. Este paso la liturgia lo vive y expresa de modo simbólico con el paso de una presencia austera de sus templos durante la Cuaresma a una ambientación muy festiva de los mismos días durante el tiempo pascua. Este cambio de ambientación muy festiva de los mismos días durante el tiempo pascual. Este cambio de ambientación es un signo fácil de comprender y vivir. Pero con frecuencia, se olvida. Y ella malogra una de las mayores posibilidades populares que tiene la liturgia para que los fieles vivan y se incorporen a la celebración de Pascua. La austeridad cuaresmal debe ser sólo interna e individual, sino externa y visible. Por ello la normativa litúrgica exige que durante la Cuaresma desaparezcan las flores y la música (excepto en las solemnidades y fiestas, en los que se pueden utilizar, pero con moderación). Ser fieles a estas disposiciones no es meramente cuestión de disciplina, sino lograr la vivencia de la Pascua como la principal de las celebraciones y la incorporación al misterio pascual de Cristo, por medio de signos externos que nos ayuden a vivir las realidades invisibles.



Ángel Fontcuberta

Para la Semana

Lunes 21:

Deuteronomio 9,4b- 10. Nosotros hemos pecado, hemos cometido iniquidad.

Lucas 6,36-38. Perdonad, y seréis perdonados.

Martes 22:


Is 1,10.16-20. Aprended a obrar bien, buscad el derecho.

Mt. Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.

Miércoles 23:

Jeremías 18,18-20. ¡Venid y le heriremos!

Mateo 20,17-28, Lo condenaron a muerte.

Jueves 24:

Jeremías 17,5-10. Maldito quien confía en el hombre: bendito quien confía en el Señor.

Lucas 16,19-31. Tú recibiste bienes en vida y Lázaro a su vez males: por eso encuentro aquí consuelo mientras que tú padeces.

Viernes 25:
La Anunciación del Señor.

Is 7,10-14;8,10. Mirad: la Virgen está encinta.

Hb 10,4-10. Está escrito en el libro: “Aquí estoy, oh Dios; para hacer tu voluntad”
Lc 1,26-38. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo.

Sábado 26:

Miqueas 7,14-15.18-20. Arrojará a lo hondo del mar todos nuestros delitos.

Lucas 15,1-3.11-32. Este hermano tuyo estaba muerto y ha resucitado.