“El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre. La comunidad cristiana toma conciencia de que es llevada, como los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan «aparte, a un monte alto» (Mt 17, 1), para acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle» (v. 5). Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cf. Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor.” Las palabras de la carta de Cuaresma del Papa nos ayudan a comentar el Evangelio de cada domingo de cuaresma.

“La Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo.” Muchas veces caemos en la tentación de pensar en Jesús como en un buen hombre, una persona coherente con sus ideales… y nada más. Para buenas personas tenemos ejemplos mucho más actuales y acordes con la forma de pensar de nuestros tiempos. Si Jesucristo simplemente fuera una buena persona habría sido superado. Tal vez quedase alguna frase célebre…, que achacaríamos a otro. Pero Jesucristo muestra su gloria, la gloria de Dios. La autoridad de Cristo no viene por su mensaje, por su inteligencia o por su cargo. Viene de su propio ser, el ser Dios encarnado. Verdadero Dios y verdadero hombre.

“Que anticipa la resurrección”. La vida entera de Jesús queda avalada por su resurrección. Por eso los que quieren destrozar el cristianismo pretenden negar la resurrección, dejar a Cristo en palabras y no en una vida que hoy sigue mostrándose. La fiesta de la resurrección es la que preparamos en estos días de cuaresma. Intentamos quitar todo lo superfluo, lo caduco, lo que pasa, para quedarnos con lo eterno, lo que perdura, lo único realmente importante.

“Y que anuncia la divinización del hombre.” Esta mañana nos levantamos con la noticia de una guerra y descubrimos lo poco que vale para mucho la vida humana. Intereses económicos, de poder, de prestigio, de prepotencia -por un lado y por el otro-, convierten a la persona humana en blanco de una lucha de intereses. Si cuando hay una catástrofe natural -como en Japón-, descubrimos la debilidad de la vida humana y la grandeza de la solidaridad y de la entrega de los unos por los otros; en una guerra descubrimos el lado más feo del ser humano. Y, sin embargo, el hombre está llamado a divinizarse, a participar de la vida de Dios de una manera peculiar y única. Por eso se cumple el dicho: “La corrupción de lo mejor es lo peor” y el hombre cuando se pone a ser bruto…

«Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.» Ojalá como nos pide el Papa seamos capaces de hacer un poco de silencio interior, de acallar los ruidos exteriores -hasta los de las bombas-, y toda la humanidad reflexiones, rece (al menos tu y yo), sobre quién es y hacia donde vamos, escuchando la palabra de Jesús.

Seguimos en manos de María este camino cuaresmal. Que ella nos ayude a escuchar.