Cada vez que leo noticias en las que sale por algún sitio la Iglesia encuentro posturas más enfrentadas. Los comentarios a las noticias deberían tener dos rombos de los antiguos y censurarlos para menores de 98 años. Insultos, ataques a las personas, tacos, palabras soeces…, por un lado y por el otro (porque a la caridad se falta en las dos direcciones). cada vez me dan más ganas de poner en el filtro de internet las páginas que contengan noticias eclesiásticas, sobre todo si admiten comentarios. Desde luego los que más daño te hacen son los comentarios blasfemos, contra Dios, la Virgen o los santos. Y después aquellos que denigran al Papa, a los obispos y sacerdotes y los que insultan a los que insultan. Hacen daño por aquellos que los hacen. ¡Qué triste debe ser un alma que destila odio contra todo! Yo no pido que se oculte lo que es vergonzoso, ni que se diga que es mentira lo que es verdad, pero no hace falta insultar. De todas formas la Iglesia está acostumbrada a la persecución (lo que pasa es que se nos olvida).

“Señor, hazme caso, oye cómo me acusan. ¿Es que se paga el bien con mal, que han cavado una fosa para mí? Acuérdate de cómo estuve en tu presencia, intercediendo en su favor, para apartar de ellos tu enojo.” Habrá quien no se lo crea, pero en la Iglesia hay mucha más gente buena que mala. Me imagino a un sacerdote mayor, gastado de dar su vida a los demás, que ha recorrido y vivido en pequeños pueblos con el frío y el calor, que ha compartido la vida de los que llegaban de nuevas a la capital en barrios sin parroquias ni servicios, que ha estado en medio de dificultades económicas, que han acogido en sus cabezas y sus corazones las alegrías y los dramas de las familias que pertenecían a su parroquia, que les ha bautizado, casado y enterrado, que siempre ha estado mal pagado, que se privó hasta de lo necesario para dárselo a quien pedía. Que estuvo de reunión en reunión hasta los 75 años, que se jubiló y cambió de barrio, de ambiente y de sitio. Que se arrastra con su bastoncillo a una iglesia cercana a confesar para echar una mano…, y vaya alguien y le grite: “¡Corruptor de niños! ¡Sinvergüenza!”. Sin duda alguna le dolerá, pero como es mayor y sabio sabrá llevar las cargas que no son suyas. Y os aseguro que casi todos los sacerdotes -variando la edad-, son así.

“Jesús replicó: – «No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?» Contestaron: – «Lo somos.» Él les dijo: – «Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo.” Cristo bebe el cáliz que no es suyo -él no pecó-, y lo comparte con los que ama. Por eso los sacerdotes tenemos que llevar las cargas de otros sacerdotes indignos (pocos, pero muy indignos). ya también los cristianos deberíamos llevar el peso de los pecados de los demás hijos de Dios. En ocasiones nos sale el genio o el enfado, pero el siervo doliente tiene que ser eso: siervo.

Que María nos ayude a beber el cáliz de Cristo… hasta el final, por muy amargo que sea.