Hoy es domingo de resurrección. No tengo mucho tiempo para escribir el comentario (lo hago antes de empezar la Vigilia de Resurrección). Por eso hoy sólo te propongo un ejercicio: alégrate.

¿Por qué? Seguro que encuentras mil motivos, pero si no los encuentras alégrate de cualquier manera. Cristo ha resucitado y, ante eso, no cabe la tristeza. Ni porque las cosas no salgan como quieras, ni por la falta de salud, ni por la vida que es complicada, ni por la muerte que es tan sencilla. Ni por los problemas de tu hijo, ni por los problemazos de tus padres hay que estar triste. Alégrate aunque la economía vaya de pena o tal vez hoy no tengas más que un mendrugo de pan el plato. Alégrate aunque seas un delincuente y te haya detenido la policía, o aunque seas un policía y pases el día de hoy rellenando el informe del delincuente que hayas detenido ayer. Alégrate aunque el ambiente a tu alrededor esté triste, o aunque vivas la tragedia de la guerra. Alégrate especialmente si estás triste y hace meses -tal vez años-, que no miras el mundo con alegría.

Pero, si estoy triste: ¿puedo forzar la alegría?. No, eso sería fingir estar alegre. Pero puedes hacerte el encontradizo con la alegría y una vez que te topes con ella no la dejarás. Y la alegría es Cristo, y este resucitado. Por eso la resurrección alegra no sólo a los creyentes, sino al mundo entero.

“Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.” parece que para muchos es difícil creer, la verdad es que es imposible. Sólo Dios concede ese don a los que lo piden con humildad, o a los que han sido bautizados. Hoy mira tu parroquia, y alégrate. Tal vez encuentres mil pecados de tus sacerdotes, feligreses inaguantables, palabras incomodas o teorías viciadas… ¿qué más da?. En algún lugar está el Sagrarios y dentro de él el Resucitado que te está esperando. Las llagas, los latigazos, los salivazos, las humillaciones, las vejaciones, las injurias, los improperios, la cruz…, han desaparecido en un cuerpo glorioso, de los que sólo las llagas de las manos y el costado nos recuerdan lo que pasó… y nos recuerdan que no ha sido nada, que Dios está por encima de todo eso, aunque está en todo eso (ese es el misterio del pecado).

Mira hoy el sagrario, mira a María y verás las lágrimas convertidas en alegría. Estabat Mater Dolorosa, pero eso, estabat. Pon todas tus penas en brazo de María, ella los llevará a Cristo y Cristo a la resurrección y a la vida. Por eso alégrate. Aunque sólo sea una sonrisilla.