Se acerca la beatificación de Juan Pablo II, y van aflorando recuerdos. Yo nunca he tenido un cargo próximo a la curia ni he tenido posibilidad de tener audiencia con ningún Papa, es más, no he podido ir a ninguna de las Jornadas Mundiales de la Juventud desde hace 19 años. Sin embargo Juan Pablo II vino a un encuentro Eucarístico en Sevilla, sólo llevaba un año de sacerdote. Entramos unos siete curas en fila y tarde hacia el presbiterio, colocado en una cancha de baloncesto. Una señora pidió confesarse y fueron mandándole hacia le sacerdote que venía detrás…, como yo iba el último la confesé, y luego a otra, y cuando llegué a la sacristía ya no había albas para concelebrar. Me ahorro detalles, me quedé en la sacristía, me hice amigo de unos guardias civiles, escuché la Misa tranquilamente sentado y sin agobios, me monté en el Papa-Móvil y a última hora un guardia civil me dijo: “¿Quiere saludar al Papa? A lo que lógicamente contesté que no… (es broma, dije que sería un sueño cumplido). Abrió una puerta, me colocó en un pasillo oscuro en una puerta del fondo y allí me quedé quieto. Un rato después se abrió la puerta y entraron unos monaguillos que se quedaron al fondo y detrás Juan Pablo II solo. Tenía que encontrarme cara a cara con él, no podía huir por ningún sitio. Llegó hasta donde estaba yo, me miró a los ojos, me bendijo y me dijo: “¿Qué hace usted aquí?” Y yo dije mis palabras soberanas a un Papa, las únicas que creo cruzaré en mi vida con Su Santidad sea quien sea, y le dije: “Me he colaó” (para los no españoles es que estaba donde no tenía que estar”). “Ya se nota” me dijo y entró en la sacristía con una sonrisa de boca y de ojos. Luego nunca más le vi de cerca, sólo como una manchita blanca o en la televisión. Mi diálogo con un Papa no fue de una hondura teológica considerable, pero a mi me bastó. Nunca pensé en tener más y ya fue bastante.

“Simón Pedro les dice: – «Me voy a pescar.» Ellos contestan: – «Vamos también nosotros contigo.» Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada.” Ese es el ser de la Iglesia: «Vamos también nosotros contigo.» Si no vamos con Pedro no vamos a ningún sitio. Pedro descubre al Señor, aunque sea Juan quien se lo indique, y se lanza a estar con él. Pedro pesca, aunque no pesque nada, pero es el Señor el que va a Pedro, no a otro. Si no estamos con el Papa podemos pensar que nos hemos colaó. Todos con Pedro, sea quien sea. Muchos quieren hacer a Pedro a su medida, poner su candidato. ¡Qué más dará!. Sólo el “humilde trabajador de la viña del Señor” puede asumir esa tarea, pues sins Cristo no pesca nada, pero Cristo sólo se dirige a Pedro para confirmar en a fe a sus hermanos.

La Pascua es un tiempo muy eclesial, para estar muy unidos a Pedro y por lo tanto a Cristo resucitado. Pedro necesita el aliento y el empuje de María. Pidámosle a ella que le aliente en su labor y nos ayude a creer cada día más, cada día mejor.