Suena el teléfono, el número del que llama empieza por 98… y me hecho a temblar, es de A Coruña. me ofrecen participar en no sé qué iniciativa para salvaguardar el patrimonio gallego. Les digo que en estos momentos me interesa más hacer patrimonio construyendo una parroquia, y que con lo que tengo que pagar cada mes no me alcanza para muchas florituras. Esa sería la conversación, dar las gracias, colgar y hasta otra. Pero esa conversación fue hace dos años, desde entonces me han llamado unas veinte veces, dos o tres veces en semana (en verano, que se ve que tienen más tiempo). Encima te dicen: “No me puedo creer que haya gente que no quiera colaborar con esta iniciativa” (con acento gallego), y cuando les digo que yo sí me lo puedo creer no me hacen caso.  Y ayer se me acabó la paciencia, amenacé con denunciarles, les pedí que rompieran la ficha de mi parroquia, la mandé a Tegucigalpa a tomarse un te,… y era inasequible al desaliento. Me quería mandar no sé qué cosa (encima me pregunta que si con el CIF de la parroquia o mi DNI), que me llamarán en otro momento a ver si había cambiado de opinión, que me apuntaba como colaborador, que si no tenía la voz de ser muy mayor, a ver si en un año me había muerto y había otro párroco. Así que me sirvió de válvula de escape y según me dijo al final romperían la ficha de la parroquia. no me lo creo y como tengo dos parroquias seguro que llaman a la otra. En fin, tal vez me pille educado o tal vez borde… ¡Dios sabrá!. Ellos seguirán llamando a todo el mundo.

«El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?» Una de las cosas que no saben los que no creen o han dejado de creer en Dios es que Dios no ha dejado de creer en ellos. Se pueden pensar que el final de la vida no es nada, pero comparecerán ante Dios, y mirará sus obras y su corazón. Yo no digo, lo he dicho muchas veces, que no por ser creyente se es más bueno, pero al menos se es más consciente de la transcendencia de lo que hacemos. Si los ateos no fueran juzgados lo mejor que podría hacer la Iglesia -un enorme acto de caridad-, sería dejar de evangelizar. Pero nos presentaremos ante Dios todos, buenos y malos, cuando llegue el final de los tiempos. El juicio de Dios es una realidad. Misteriosa, no sabemos cómo será ni me pondría yo en su lugar. pero es una realidad a la que tendremos que enfrentarnos.

Hoy hace años que mataron a San Pedro Poveda, por el único delito de ser “sacerdote de Jesucristo”. Ese sería su “delito” cuando se presentó ante el Señor, y así el juicio fue de misericordia y participa ahora de la gloria de los santos.

La Iglesia, y por lo tanto Cristo y el Espíritu Santo, es más pesada que los comerciales de cualquier producto. Insistirá una y otra vez, para que el día que lleguemos ante el juicio de Dios lo hagamos de manos de su madre María, y así podamos -por la misericordia de Dios-, participar también del número de los santos.