Hoy es un día curiosos en Madrid. Celebramos a Santa María de la Cabeza, esposa de San Isidro, madre de San Illán. Es fiesta sólo en la ciudad, es decir, que a pocos metros de aquí, en la población de Alcobendas, es día laborable y aquí no trabajan más que algunos. Hay que cumplir los días de vacaciones, ¡solo faltaría!, pero en un  mundo cada vez más pequeño que tu trabajes y tu vecino no resulta curiosos. A los sacerdotes nos da igual, sea fiesta o no aquí estamos.

“¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?¿No caerán los dos en el hoyo?” Santa María de la Cabeza es parte de una familia de santos. Nos puede parecer extraordinario, pero sinceramente, eso debería ser lo normal. Cuando conoces alguna familia en la que no se vive la fe, Dios está siempre ausente y es un auténtico desconocido, comprendes que al hijo vivir la fe pueda ser más complicado. Sin embargo, cuando los padres son creyentes auténticos, lo normal sería que uno y otro se ayuden a vivir la fe, a acercarse a Dios, y sus hijos tengan gran parte del recorrido realizado. Si un ciego no pude guiar a otro ciego, el que ve debería llevarle con total naturalidad hacia la senda del bien, de la justicia, de la caridad, hacia Dios.

En ocasiones parece que con los primeros que tiramos la toalla de evangelizar es a la propia familia, y debería ser todo lo contrario. A nuestra familia la queremos y nos quieren, y eso es ya un gran paso. ¿Por qué nos cuesta en ocasiones presentarles nuestra vida de piedad, de fe de entrega? Parece como si fuese presumir el vivir la caridad y la piedad, y simplemente es mostrarles el camino autentico hacia el cielo.

No nos cansemos de vivir la fe en familia, no desesperar con los hijos por mucho que les dure la adolescencia. No creas que nadie, ni su director espiritual, va a ayudar a más que tú a tu mujer o tu marido, a llegar hasta el cielo. Hacer familias de santos, sin pudor, sin vergüenza.

Hoy soy más breve, tengo que ir al tren, pero ojalá hagamos de nuestras familias una verdadera iglesia doméstica, donde se viva como creyentes en Cristo resucitado.

Que la Virgen bendiga a cada una de vuestras familias y os acompañe de la mano, a todos, hasta el cielo.