Hoy se celebra la memoria de este capuchino que nació en 1987 y murió en 1968. Acaba de llegarme una biografía de él escrita por José María Zavala. La primera parte, se abre con una cita de Benedicto XVI: “El Padre Pío es uno de esos hombres extraordinarios que el Señor envía de vez en cuando a la tierra para convertir a las almas”.Su cercanía en el tiempo a nosotros hace aún más extraordinaria su vida por cuanto se ha podido atestiguar a través de numerosos testigos, de estudios médicos, de documento gráfico… que Dios lo tocó de una manera especial. Su canonización, en 2002 ha sido la que ha reunido más files en toda la historia.

Del Padre Pío pueden señalarse muchas cosas. Las más exteriores son sus milagros (bilocaciones, curaciones…), las luchas que sostuvo con el demonio, los estigmas que se le habrían cada vez que celebraba la Eucaristía, identificándolo con la pasión de Jesús. Pero todos esos acontecimientos no deben hacernos olvidar el fundamental: la configuración de este capuchino con Cristo crucificado. Dos eran sus grandes pasiones: la Eucaristía y la unión con Jesús clavado en Cruz. Y de ese amor se derivaba su amor por las almas que le llevó a contestar millares de cartas, a permanecer infatigable en el, confesionario atendiendo penitentes, a fundar un hospital para aliviar el sufrimiento de los enfermos…

Su configuración con Cristo crucificado le llenó de una ternura grande por todos los que sufrían y también, en unión de amor con Jesucristo, a combatir lo que más duele a Dios, el pecado de los hombres. El Señor, además, permitió que sufriera la incomprensión de algunos eclesiásticos ilustres, que fuera puesto en entredicho y calumniado. Pero nada de eso le apartó de su amor a Cristo y de su deseo de sufrir por él.

El periodista Vitorio Messori lo definió como una bomba que había llegado hasta nuestro tiempo desde la Edad Media. Nada en su porte exterior lo hacía un hombre del siglo XX, que vivía un creciente desarrollo tecnológico y venía dominado por el racionalismo. Sin embargo, son muchas las personas que, por haberlo tratado directamente o bien porque lo han conocido después, han llegado a Cristo.

En el Evangelio de hoy Jesús pregunta a sus discípulos quién creen que es.  A la certera respuesta de Pedro sigue una apostilla del Señor: “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día”. El misterio de Cristo va unido al hecho de que va a sufrir y ofrecer su vida por nosotros. Por ese sacrificio nos salva. El padre Pío así lo entendió y lo vivió y su vida fue fecunda, lo mismo que sigue siendo su intercesión.

Hoy para nosotros el ejemplo del Padre Pío nos lleva a no minimizar la pasión y muerte en cruz de nuestro Salvador. Y además a querer unirnos a ese misterio en bien de nuestros hermanos. Mirando las numerosas fotos que acompañan al libro señalado se nota en la cara del santo una serenidad y alegría envidiables. No es el resultado de gozos terrenos, sino de la profunda paz de espíritu que transmite un corazón lleno del amor de Dios.