Jonás 1,1-2,1.11; Sal Jonás 2; Lc 10,25-37

¿Es solamente un hacer el seguimiento de Jesús?, o ¿es ese hacer la parte más importante del seguimiento? ¿Marta gana la partida a María? Jesús responde con dos palabras: amor y amor. Haz esto y tendrás la vida. Ama a Dios y al prójimo y la obtendrás. Mas ¿cómo se hace eso de amar? El maestro de la Ley, es verdad que queriendo justificarse, pregunta: ¿y quién es mi prójimo? Jesús, como tantas veces, no responde de manera directa. No busca definiciones, aunque fueren hechas como preciosos mandamientos. No quiere reglas que dejen las cosas muy claritas en la mera apariencia, como si se tratara de píldoritas de moralina. Quiere, por el contrario, que seas tú, tú que quisiste seguir al Señor cuando te llamó, quien tome la determinación ante los hechos de la vida con objeto de saber, en la profundo de ella, en sus vericuetos infinitos, qué es amar, cuándo se da por nuestra parte esa acción de vida que deriva del amor, que se traduce en amor. Anda, haz tú lo mismo. ¿No habías comprendido la parábola del buen samaritano?, pues en ella Jesús te había mostrado un comportamiento tal como el que hubiera sido el suyo. Ahí está, sabes lo que él hubiera hecho en esa ocasión, luego sabes lo que en ella es amar. Sigue al Señor en ese su camino, en su comportamiento. Haz del amor el centro mismo de tu acción de vida. No corras por ella como gallina sin cabeza. Porque amar es un acto de conocimiento, mejor, de reconocimiento de quien tiene necesidad de tu ayuda, y cuándo tú puedes realizar ese acto de amor. No un lloriqueo ante esa situación, sino un ponerse por entero al servicio de quien necesita de ti. Y hacerlo con inteligencia y constancia. No basta, lo que es muy importante y debes hacerlo, sin duda, con que acaricies la mano del que te necesita, pues luego debes ponerte en situación de buscarle hospedero para que cure sus heridas y le dé de comer hasta que vuelvas de nuevo para ver cómo va proyección de tu acto de amor. Aquel chaval que junto a un grupo de amigos y amigas fue a Calcula para pasar un mes con las Hermanitas de la Madre Teresa, casi en el instante mismo de llegar recibió un encargo: entra ahí, en donde había docenas de niños en sus camastritos, y cuida a aquel de la esquina que está a punto de morir. ¿Cómo? Tómalo en tus brazos y quiérelo. ¿Cómo puedo quererle? Tú sabrás. Tomó al niño en sus brazos, lo besó en el fondo de su ser, lo meció y lloró desconsoladamente. A los pocos minutos el niñito murió en sus brazos. ¿Es esto bastante? No cabe duda, es maravilloso y le deja a uno llorando, pero todavía falta algo para ser un acto de amor como el de Jesús. Déjalo todo y ven y sígueme. Para siempre. Aún en medio de tus fragilidades e, incluso, tus infidelidades.

Todavía nos falta algo por comprender. No podemos quedarnos en el primer momento de compasión irresistible, por emocionante que sea. El acto de amor conlleva un seguimiento, la dedicación de una vida. Si no, ¿qué será?, apenas si una irisada pompa de jabón.

La historia del profeta Jonás nos acompañará estos días como lectura maravillada. Buscaba el abroncamiento y la condena de los malvados, no que aquellos a quienes predicaba se convirtieran.

Tú, sígueme en una vida como la mía, centrada en el amor.