Ayer tuvimos la cuarta boda en nuestro barracón. Una boda siempre es un acontecimiento especial. Los invitados se ponen muy elegantes, y no digamos nada de los novios. Cada uno según su estilo, su forma y la percha que tenga procura ir elegante. Algunos por mucho que lo intenten van impresentables o tal vez su criterio de elegancia dista mucho del mío. En definitiva, es una ocasión especial y hay que vestirse de una manera especial, no se puede ir a una boda en traje de baño y chanclas, a ese se la manda a casa a ponerse una camisa por lo menos.

«La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda.» Las parábolas de Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos son siempre de rabiosa actualidad. No son historias para unos que les interesase en aquel tiempo y ahora se quedan trasnochadas y vacías. Dios se había escogido el mejor pueblo, lo había ido cuidando, mimando y preparando a lo largo de la historia. Conocieron a Dios como creador, protector, defensor, como fuente de la n¡misericordia y providente. Pero el pueblo no quiso aceptar al Mesías, no quisieron el nuevo reino de Dios, cada uno se había quedado en sus asuntos y se habían olvidado de que eran el pueblo elegido por Dios.

Así que Dios abre el reino de Dios a todos, de todas partes, buenos y malos. La Iglesia acoge a todos en su seno y distribuye generosamente la gracia de Dios. Pero aún así hay algunos que deciden venir en traje de baño. Se han acostumbrado a la fiesta, a la bondad y la misericordia de Dios. Están en la Iglesia, pero están como un crítico gastronómico en una boda…, todo les parece mal. Y eso que jamás conocerán la bondad, la misericordia, el perdón, la entrega, la generosidad y la alegría que hay en la Iglesia, a pesar de todos nuestros defectos. ¡Cuántos han intentado en la historia hacer “su” iglesia y han quedado divididos y rotos!. Esos son los que no llevan el traje de fiesta. Están en la Iglesia como quien está en un centro comercial. Cuántos viven bautizados como si no lo estuviesen, es una verdadera lástima.

“Sé vivir en pobreza y abundancia. Estoy entrenado para todo y en todo: la hartura y el hambre, la abundancia y la privación. Todo lo puedo en aquel que me conforta.” San Pablo se fija en el traje espiritual. en cualquier circunstancia se puede vivir unidos a aquel que nos conforta. No es cuestión de clases sociales o de sensibilidades, es cuestión de amor. Nadie iría a la boda de un buen amigo lleno de manchas, tal vez a la de un desconocido. Y tantas veces vivimos como si no como si Dios fuera un desconocido.

No, tu y yo vamos a ponernos el traje de fiesta, vamos a disfrutar de la Iglesia y en la Iglesia, seamos muy agradecidos a Dios por el don que nos da de la fe y que la Virgen nos vaya sirviendo esos “vinos de solera; manjares enjundiosos, vinos generosos.”