En ocasiones hay familias en la parroquia alas que parece que todo va a mal. Parece que las desgracias vienen en racimo, cuando llega una empiezan a llegar otras, una detrás de otra. Familias en que la enfermedad va uno tras otro por muchos de sus miembros, en la que se van quedando en paro, en las que comienza a haber problemas de relación…, y así un largo etcétera. Parece que los disgustos nunca vienen solos. Y muchos se enfrentan con Dios, como si fuese un castigo del Señor su mala situación. El Dios castigador se nos ha quedado muchas veces inscrito en nuestros corazones, y no el Dios providente y bueno que nos cuida, que hasta de los males es capaz de sacar bienes. En los cursillos de Cristiandad muchas veces nos decían: “No preguntes a Dios “por qué”, sino “para qué””. La verdad es que muchas veces ante Dios sólo cabe el silencio contemplativo y el abandono a su providencia amorosa, sin preguntarnos nada, pero desde luego Dios no nos tiene manía.

“Les dijo esta parábola: -«Uno tenla una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: «Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: «Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas.» »” Si miras tu vida con cuidado verás la de cuidados que ha tenido Dios contigo. hace un rato hablaba con un joven triste, decía que su infancia sólo había durado un año y que era absurdo intentar recuperar lo perdido. Tiene razón en que no se puede vivir de la añoranza, pero también es cierto que en ocasiones damos por perdido lo que podemos recuperar. Uno no puede volver a hacerse niño, pero sí puede vivir la vida de la infancia espiritual, con un abandono completo en nuestro Padre Dios. Dios siempre nos cuida y nos da otra oportunidad. “Nuestra carne tiende a la muerte; el Espíritu, a la vida y a la paz.” Vida y paz que puedes vivir hoy, por muy complicada que sea tu situación actual, por muy dramático que haya sido tu pasado. Vivir el abandono en Cristo puede llevar una vida entera por nuestro esfuerzo, o puede llegarse en un momento por la gracia. Pedir a Dios la gracia del abandono es arriesgado, pero tremendamente satisfactorio. Yo cada día veo la vida más sencilla, y me da pena ver como la gente se la complica. “¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos.” Tantas veces confiamos en lo nuestro, en nuestros logros, en nuestras cosas… y resulta que nada es nuestro y muy poco hemos conseguido. Podemos tener mil cosas en la cabeza y entre las manos, pero sólo una es necesaria. Podemos intentar abarcar el mundo entero, sin saber que a eso sólo se llega abrazando a Cristo. Podemos quererlo todo y perder al único que vale.

Es necesario convertirnos, todas las mañanas, al sonido del despertador. Convertirnos a Cristo y decirle que ese día amemos su voluntad y sepamos buscarla. Entonces nos dejaremos cuidar por Dios y no pensaremos que nos está pinchando.

La Virgen cuidó y de dejó cuidar por Dios. Buena maestra para la vida.