Comentario Pastoral
LAS DOS IGLESIAS

El evangelista San Mateo respira en esta perícopa evangélica la tensión que se daba entre la iglesia de la Sinagoga y la Iglesia Cristiana. Son dos conceptos de iglesia prácticamente incompatibles. El primero destaca por su tradicionalismo, sus complicaciones teológicas y sofismas religioso- jurídicos, por su imagen pública y signos externos religiosos (filacterias
y franjas). Este concepto de iglesia, que tiene su clave judaica no ha desaparecido
del todo ni en todos.

Pero existe una segunda Iglesia. La de aquellos que sinceramente se sienten pecadores, que necesitan convertirse, que viven la propia vida como relación con Dios Padre, que entienden la caridad como servicio y ayuda a los más necesitados, que no están obsesionados por los méritos de sus obras. A las puertas de esta Iglesia está Cristo, que nos invita constantemente a entrar
en ella.

Existen, pues, dos conceptos de Iglesia, dos perfiles de sacerdocio, dos perspectivas religiosas, dos empeños pastorales. Nunca la estructura debe ahogar el espíritu. El empeño principal es, y debe ser, anunciar la Palabra, orar y vivir la caridad fraterna.

Pero en la Iglesia de Jesucristo no estamos libres de defectos, que debemos
examinar y corregir, si es necesario.

El legalismo opresivo: La fe es ante todo alegría interior, adhesión, perdón, esperanza y paz. No se puede vivir la religión sólo como un cumplimiento de normas, leyes y preceptos.

La incoherencia. Jesús dice de los letrados y fariseos que «no hacen lo que dicen». No basta decir «Señor, Señor», para entrar en el reino de los cielos, no basta llenar la boca de textos oracionales aprendidos de memoria.

El exhibicionismo religioso. No hay que tomar la religión para escalar puestos, para acumular privilegios, para conquistar prestigios si hace al caso y el momento.

El autoritarismo. La eterna tentación de la autoridad es olvidar su papel de mediación y de ayuda y de convertirse en fin y en tiranía.

Andrés Pardo

 

Palabra de Dios:

Malaquias 1, 14-2, 2b. 8-10 Sal 130, 1-3
san Pablo a los Tesalonicenses 2, 7b-9. 13 san Mateo 23, 1-12

Comprender la Palabra

En la primera lectura las palabras de Malaquías se centran en la denuncia de los pecados de los sacerdotes que están al servicio del Templo de Jerusalén, después de la vuelta del destierro en el siglo V a.C. El profeta recuerda que la obediencia y la gloria de Dios van juntas, de lo contrario la gloria sería un gesto externo que no compromete al hombre, no le transforma. Dios prefiere ser obedecido que recibir un culto vacío y su voluntad es beneficiosa para el hombre. Malaquías recoge elementos de la predicación profética anterior que insistía constantemente en denunciar un culto vacío, porque el corazón no seguía los mandamientos de Dios, expresión de su voluntad, y las cláusulas de la Alianza. Se trata de una falta de fidelidad, de justicia y equidad en la aplicación de la ley al pueblo. El profeta fundamenta la urgencia de la justicia en que todos los miembros del pueblo de Dios tienen un mismo Padre y un mismo Señor. La justicia es una consecuencia lógica del reconocimiento de un solo Señor.

El fragmento de la carta de san Pablo, que leemos como segunda lectura, recoge su comportamiento con los Tesalonicenses. El afecto del apóstol se refleja en su decisión de entregarles no sólo el Evangelio, sino su propia vida, porque se han ganado su amor. El amor evangélico es la disposición de entregar lo mejor de uno mismo. Pablo recuerda ahora que la evangelización se llevó a cabo con mucho esfuerzo y muchas fatigas, y que los Tesalonicenses se adhirieron a la fe en Jesús porque recibieron la Palabra de Dios. La fuerza de ésta Palabra no está sujeta a la elocuencia o falta de elocuencia en los proclamadores, aunque haya que poner todo esmero para que esta Palabra llegue suavemente a los corazones de los oyentes.

El texto evangélico es la introducción a un extenso capítulo de San Mateo (23) en el que el Señor formula siete acusaciones contra los escribas y fariseos, y termina anunciando la próxima ruina de Jerusalén. Mateo redactó esta página para aviso de la comunidad judeocristianas en tentación de contagio por parte de sus vecinas escuelas rabínicas, adictas al fariseísmo. El evangelista piensa, sobre todo, en los pastores y responsables de las comunidades. Ya en el Sermón de la Montaña, Jesús denuncia la hipocresía de los fariseos, que se manifiesta en las prácticas particularmente cuidadas por los fariseos: la oración, que la hacen ostentosa y cargada de apariencia, con muy poca intimidad como requiere la verdadera oración, como diálogo del corazón con el Dios Padre que ve en lo secreto. La limosna con la que pretenden conseguir un premio personal y no aliviar una necesidad del prójimo. En tercer lugar, el ayuno que hacían para que se notara públicamente. La enseñanza de Jesús es que cada uno ha de permanecer en su lugar y no abrigar pretensiones que desborden su realidad. La acción de Dios consiste en poner a cada uno en su realidad, en su lugar adecuado, en su rango. La enseñanza de Jesús es instructiva y responde a la realidad en que vivía rodeado de personas que se autoestimaban en exceso, y además despreciaban a los demás.

Ángel Fontcuberta

 

sugerencias litúrgicas

La Plegaria Eucarística, centro y cumbre de la celebración

 

La Plegaria Eucarística es el centro y cumbre de toda la celebración (IGMR, 78), esto es teóricamente admitido por todos, pero muy rara vez se lleva a la práctica. Con frecuencia la Plegaria Eucarística se proclama como una simple rúbrica que debe cumplirse para incluir las palabras de la consagración. Así mismo, se pronuncia precipitadamente para que no se alargue la celebración. Si de verdad se cree en la centralidad de esta oración, no se dará el caso, tan frecuente y que por sí mismo demuestra el poco valor que se da a la centralidad de la Anáfora, de que la Plegaria I (Canon Romano) y IV se usen tan pocas veces (sin duda porque en el subconsciente se consideran demasiadas largas). Este modo, a veces habitual de actuar de algunos celebrantes, es síntoma inequívoco de la desvalorización real de la Plegaria Eucarística.
La centralidad de la Plegaria Eucarística exige un gran respeto y una verdadera veneración por esta gran oración sacerdotal.

mejorar la celebración de la Eucaristía


Liturgia Eucarística

El ofertorio

La segunda parte de la celebración de la Eucaristía comienza con el «Ofertorio», que es nombre que recibe el canto que acompaña a la «Presentación de ofrendas», que es ya un rito propiamente eucarístico, y tiene su punto de referencia en la última Cena de Jesús con sus discípulos:
«En la última Cena, Cristo instituyó el sacrificio y convite pascual, por medio del cual el sacrificio de la cruz se hace continuamente presente en la Iglesia cuando el sacerdote, que representa a Cristo, realiza lo que el mismo Señor hizo y encargó a sus discípulos que hicieran en memoria de él» (OGMR, 72).

La Eucaristía es el memorial de lo que hizo Jesús, «el sacrificio y convite pascual». Se afirma, por tanto, la doble perspectiva del sacrificio y de la comida que tiene la Eucaristía. Se afirma también que el que realiza las veces de Cristo Jesús es el sacerdote, en medio de la comunidad.

En este relato encuentra su estructura nuestra celebración eucarística: el «tomar» el pan, la «acción de gracias», su «fracción» y su «distribución» en la comunión.

«Cristo, en efecto, tomó en sus manos el pan y el cáliz, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos…

De ahí que la Iglesia haya ordenado toda celebración de la liturgia eucarística según estas mismas partes que corresponden a las palabras y gestos de Cristo. En efecto:
– en la preparación de las ofrendas se llevan al altar el pan y el vino con el agua; es decir, los mismos elementos que Cristo tomó en sus manos;
– en la Plegaria Eucarística se dan gracias a Dios por toda la obra de la salvación y las ofrendas se convierten en el Cuerpo y Sangre de Cristo;
– por la fracción del pan y por la Comunión, los fieles, aún siendo muchos, reciben de un solo pan el Cuerpo y de un solo cáliz Sangre del Señor, del mismo modo que los apóstoles lo recibieron de manos del mismo Cristo». (OGMR, 72).


Ángel Fontcuberta

Para la Semana

Lunes 31:

Romanos 11,29 30. Dios nos encerró a todos en la rebeldía para tener misericordia de todos.

Lucas 14, 12 14. No invites a tus amigos, sino a pobres y lisiados.

Martes 1:
: Todos los Santos. Hoy celebramos la Jerusalén celeste, donde eternamente alaba a Dios la asamblea festiva de todos los santos, nuestros hermanos.

Apocalipsis 7,24.9 14. Apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lenguas.

Mateo 5,1 12a. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.
Miércoles 2:
Conmemoración de todos los fieles Difuntos. Por influencia de los monjes de Clurry tuvo su origen litúrgico en Roma a partir del siglo XIV.

Lamentaciones 3,17 26. Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.

Romanos 6,3 9. Andemos en una vida nueva.

Juan 14,1 6. En la casa de mi Padre hay muchas estancias
Jueves 3:
San Martín de Porres (1579 1639), lego dominico peruano, de vida mortificada, que destacó por el cuidado medicinal de muchos pobres.

Romanos 14,7 12. En la vida y en la muerte somos del Señor.

Lucas 15, 1 10. Habrá alegria en el cielo por un pecador que se convierta.
Viernes 4:
San Carlos Borromeo (1538 1584), arzobispo de Milán, que gobernó con gran celo pastoral, introduciendo la reforma del Concilio de Trento.

Romanos 15,14 21. Ministro de Cristo Jesús para con los gentiles, para que la ofrenda de los gentiles agrade a Dios,

Lucas 16,1 8. Los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.

Sábado 5:

Romanos 16,3 9.16.22 27. Saludaos unos a otros con el beso ritual.

Lucas l6,9 15. Si no fuisteis de fiar en el vil dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras?