En el evangelio de hoy Jesús nos explica una parábola que, para muchos cristianos, es causa de perplejidad. De hecho, es bueno leer este pasaje con el que corresponde a la Misa de mañana, porque nos ayuda a entenderlo mejor. ¿Qué significa “ganaos amigos con el dinero injusto, para que cuando os falte os reciban en las moradas eternas”? Esta dificultad ya la vio san Agustín quien alertaba contra el pensamiento de algunos que decían que se podía robar si después se entregaba algo a los pobres (las tergiversaciones son tan antiguas como el Evangelio).

Una regla para interpretar las Escrituras es entender cada parte a la luz del todo. Y, por el Evangelio sabemos que Jesús no está sancionando una forma ilícita de actuación. Basta con recordar la conversión de Zaqueo para caer en la cuenta de que el recto uso del dinero exige justicia y mueve a la caridad.

En la parábola se contrapone el modo propio de actuar en el mundo a la dinámica del Reino de los Cielos. Conviene señalar que Jesús, en ningún momento afirma una bondad universal del hombre. Al contrario, la herida del pecado afecta a todos y acaba imponiendo unas reglas que, aun siendo injustas, si no son acatadas al menos son admiradas por muchos. La parábola es exagerada, pero tiene un sentido pedagógico.

Quien alaba al administrador infiel no es Jesucristo, sino el amo (está en el orden del mundo). Jesús contrapone los hijos del mundo a los de la luz. Los primeros sirven al dinero, los segundos a Dios. Por eso ambos buscan fines distintos que, además, son incompatibles: “No podéis servir a Dios y al dinero”. De ahí que la exhortación a “ganar amigos con el dinero injusto” deba entenderse en sentido diametralmente opuesto al elogiado en la parábola.

dinero ejerce un terrible atractivo sobre el hombre y, continuamente, hemos de realizar actos heroicos para huir de su influjo y desapegarnos. Es una buena ascesis hacer actos de renuncia y generosidad. La beata Teresa de Calcuta decía que hay que dar hasta que duela. Así aprenderemos a valorar las auténticas riquezas, que son los bienes que Dios nos tiene prometidos.

A la luz de estas consideraciones ya vemos que ganarse amigos con el dinero injusto consiste en un uso honrado del mismo y, además, en “compartir el pan con el que pasa hambre”. La auténtica inversión es transformar los bienes terrenales en crédito para la eterna. De ahí que se le denomine “vil dinero” o también “mamonna de iniquidad”. Podemos llamarlas “riquezas” si queremos, pero no hemos de olvidar que no son nuestra “auténtica riqueza”. Desgraciadamente, el espíritu de la parábola no es tan ajeno a nuestros tiempos y detrás de frases como “lo primero es lo primero” se antepone indebidamente lo terrenal a lo eterno.