El Evangelio de hoy, en pleno adviento, nos recuerda que Jesús es el Buen Pastor que viene a buscar cada un de sus ovejas. Meditando sobre este texto me he topado con unas palabras de san Ambrosio que no puedo dejar de citar. Son como una oración que alcanza especial significado mientras preparamos la venida del Señor. Nos colocan en la perspectiva de que Dios se hace carne por cada uno de nosotros.

Ven, Señor Jesús, busca a tu siervo, busca a tu oveja inválida, se ha ido errando tu oveja para que tú anduvieras recorriendo los montes. Deja las noventa y nueve y ven a buscar a esa que está perdida. Ven sin perros, ven que ya hace tiempo que espero tu venida. Ya sé que estás para llegar. Ven sin bastón, pero con amor y actitud clemente. Ven a mí que he estado vagando, lejos de tu rebaño, por los montes.

Búscame porque yo te busco. Rodéame, encuéntrame, levántame, llévame. Tú puedes encontrar lo que buscas. Tú aceptas llevar sobre ti lo que has encontrado. No te fastidia un peso de amor. Ven, pues, Señor, porque tú eres el único que puede hacer volver a una oveja vagabunda sin contristar a las que has dejado, porque también ellas se alegran del retorno del pecador. Ven ejecutar la salvación a la tierra, la gloria en el cielo”.

Este precioso texto de san Ambrosio nos enseña, en primer lugar, a hacer oración a partir de la lectura evangélica. Así pone en relación lo que Jesús dice con cada uno de nosotros. Resuena la palabra de Dios en nuestro interior y se convierte en oración, esto es, respuesta a lo que se nos ha dicho. Pero, al mismo tiempo, nos sitúa sobre la verdad del Adviento. El Señor viene a salvarme. Este tiempo penitencial tiene que servirme para tomar conciencia de que necesito de un Salvador.

En la imagen del Buen Pastor se ilustra hasta que punto he de ser salvado. Han de venir a buscarme y han de cargar conmigo. Imaginando la escena me doy cuenta de que vivo entre zarzas, en un terreno hostil, alejado de mis semejantes, las otra noventa y nueve que constituyen la Iglesia. Querría volver solo pero no soy capaz. Siento, eso sí, una nostalgia de la vida verdadera. Pero para alcanzarla es preciso que venga el mismo Jesús a buscarme y cargue conmigo. Por ello se hizo hombre y también por ello la Iglesia me invita a hacer memoria de este hecho. Cada día el Señor sale a buscarme, porque soy pecador y tengo la tentación de alejarme de su Iglesia.

Esa búsqueda de Cristo tuvo un momento singular, del que todo depende: su Encarnación. Se hizo hombre por mí. Igual que el Pastor deja el resto del rebaño para ir en busca de la descarriada, Jesús abandona el lugar junto al Padre y viene al mundo de los hombres para salvarnos a cada uno de nosotros. Maravilloso misterio de amor.

Virgen María, no dejes que me acostumbre al amor de tu Hijo.