Los acontecimientos se precipitan. Las cosas importantes suelen pasar en un momento, aunque lleven siglos preparándose. Para los apóstoles una cena de Pascua, un día importante, pero no distinto de las otras Pascuas de su vida. Tal vez hoy vayamos a la Misa de la cena del Señor como a una Misa más.., no dejes que se así. Tl vez sea hoy el día que Dios ha elegido para tu conversión.

La cena comienza de forma extraña. El Maestro y el Señor se arrodilla y se pone a lavar los pies de los discípulos. El que debería ocupar el puesto principal hace la función de siervo, de esclavo. Los Apóstoles están desconcertados ¿Qué significa eso?. Seguramente tu y yo hace mucho que no nos sentimos desconcertados en Misa, todo sigue su ritmo y su liturgia. Si entendiésemos que el Maestro y el Señor está en ese poco de pan y en ese cáliz de vino con su cuerpo, con su sangre, con su divinidad tal vez sí nos quedaríamos desconcertados. ¿Qué hago yo aquí, muchas veces despistado, mientras resuenan las palabras: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.»? ¡Ahí está Cristo, a unos pocos pasos de mi sitio, entre las manos del sacerdote! Tal vez tengamos la reacción de Pedro: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?» ¿Puedo comulgar de verdad o soy indigno? Ciertamente lo somos, lo confesamos justo antes de acercarnos a la comunión, pero si no queremos comer al Señor no queremos tener nada que ver con Él. Tendremos que tener las disposiciones que la Iglesia nos pide, Judas ya se había ido de la cena, pero nunca seremos dignos de comulgar su Cuerpo y su Sangre, de estar tan íntimamente unidos a Dios, pero Dios si tiene todo el derecho a estar íntimamente unido a nosotros. Ahora ya sólo nos queda comprender la Eucaristía: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis «el Maestro» y «el Señor», y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.» ¿Cómo vamos a negarnos a la entrega que Dios nos pida? El día del amor fraterno no es una campaña como el día de la secuoya gigante, es una realidad. En tanto en cuanto yo permanezca unido a Cristo amaré como Cristo ama, hasta el extremo.

Y hoy se instituye el sacerdocio. ¿Cómo no pedir hoy por los sacerdotes? Esos once, más bien despistados, cobardones y que casi no se habían enterado de nada tendrán la misión de anunciar el Evangelio por el mundo entero. Hoy faltarán sacerdotes, tal vez seamos comodones e igualmente despistados. Pero hoy escuchamos la voz de Señor que nos sigue enviando a celebrar la Eucaristía, a desatar los pecados, a vivir de la gracia y a anunciar la gratuidad con la entrega completa de la vida, guardando nuestro corazón para el Señor y, por Cristo, para todos, en la unidad de la Iglesia.

Todo ocurre esta tarde y tal vez estemos pensando en otra cosa. Unidos a María miraremos cada detalle, escucharemos cada palabra y entonces “este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta al Señor, ley perpetua para todas las generaciones”.