Hace unos días leía una anécdota de la vida de la Madre Teresa de Calcuta. Un periodista le preguntó: “¿Cuál es el secreto de su éxito en todo el mundo?”  Tal vez el periodista esperaba recibir una respuesta sobre la buena organización de las Misioneras de la Caridad, sobre la gestión eficiente de los recursos económicos o lo arrebatadora de la sonrisa de esa religiosa tan bajita. Nada de eso, la Madre Teresa le contestó: “Todos los días, todas las mañanas, recibo la Sagrada Comunión”. Desde luego a los que escriben tantos libros sobre “auto-ayuda” y  sobre cómo triunfar no se les puede dar un consejo más efectivo, más breve y más auténtico.

“Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada”. Permanecer en Cristo. He visto muchas veces la realidad de estas palabras de Jesús. Por un lado de personas que abandonaron la fe, dejaron la práctica religiosa y poco a poco se fueron desvinculando de la Iglesia y de la oración. La Eucaristía se convirtió en un acto social al que, siempre que era posible, se esperaba tomando algo en un bar cercano. Hasta el día en que se paran un momento, se preguntan sobre el sentido de su existencia, y se dan cuenta que han perdido su vida y que son incapaces de encauzarla. Sólo la unión con Cristo y recibiendo el don del Espíritu Santo son capaces de rehacer su vida, huir del pesimismo crónico y volver ala alegría. Después de un buen injerto, de una buena confesión, van poco a poco notando como la savia fresca de Jesucristo va orientando su vida y todo empieza a cobrar sentido. Por otro lado lo he visto en personas piadosas, de Misa diaria, pero que la Misa no les llenaba la vida. Se había convertido en un punto más en su apretada agenda, buscaban al cura más rápido y el “podéis ir en paz” lo escuchaban casi desde el coche. En esos momentos la frase de Madre Teresa les parecía sin sentido, absurda, pues en su vida casi no notaban ningún cambio. Hasta el día en que les animan a pensar lo que Dios está haciendo en nosotros en la Eucaristía, cada vez que recibimos la Santa Comunión. La Madre Teresa también decía que es fácil comprender la omnipotencia de Dios, viendo simplemente la maravilla de la creación en la naturaleza.Lo verdaderamente difícil era comprender la humildad de Dios. Y entonces, los que comulgamos el Cuerpo de Cristo cada día, cuando dejamos que sea Él el que actúe en nosotros, el que nos haga, nos damos cuenta de la grandeza de Cristo y que ciertamente, sin él, no podemos hacer nada.

“Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras.” Al igual que Pablo no puede dejar de predicar después de su encuentro con Cristo resucitado, nosotros no podemos dejar de dar testimonio de Cristo en nuestra vida, pues estamos unidos a Él. No hay partes de nuestra vida que estén lejos de Cristo. Una madre (felicidades a todas), debe ser una madre cristiana, que enseñe a vivir la fe y a rezar a sus hijos. UN político debe ser un político cristiano y no aceptar leyes que vayan contra la ley y la justicia de Dios. Un empresario debe ser un empresario cristiano y no defraudar ni engañar en su empresa y a sus empleados. Un trabajador debe ser un trabajador cristiano y hacer si trabajo con perfección ante Dios y ante los hombres. Toda nuestra vida está unida a Cristo o estará muerta.

En este mes de mayo vamos a pedirle ala Virgen, a la que Jesús está íntimamente unida, que nunca nos separemos ni totalmente ni parcialmente de Cristo y guardemos siempre sus mandamientos.