Con el lío de la banca en España los periódicos están aburridísimos. No digo yo que el tema no sea grave, ni que haya que seguirlo y estar informado, pero ciertamente a los que entendemos poco de economía nos aburren bastante los largos artículos hablando de términos ignotos para nuestras mentes. Dentro de mi desconocimiento general lo que más me asombra es cuando hablan de los sueldos que tienen o tenían algunos personajes. Uno de los logros de la Iglesia es hacer del sacerdocio una vida muy feliz por muy poco dinero (creo que eso aumenta la felicidad), y con muchas ganas de servir. Si a alguien le encargan que tiene que salvar a unos cuantos millones de personas y pregunta “¿por cuánto?”, creo que no es el más indicado. La gratuidad no consiste en hacer cosas por nada, sino en saber que lo que damos lo hemos recibido de otro, luego no nos pertenece y lo que “hemos recibido gratis, lo damos gratis”.

«Este es mí mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando… No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure.» Este es el fundamento de la gratuidad y de toda la vida del cristiano. No hemos elegido un club, una afición o una filosofía de vida. Hemos sido elegidos y nosotros -conscientes de esa elección-, la abrazamos y la hacemos propia. Una vez alguien le dijo a la Madre Teresa  de Calcuta viéndola lavar a un leproso: “Yo no haría esto ni por un millón de dólares”. A lo que la Madre Teresa contestó: “Yo tampoco lo haría por un millón de dólares.” Si a alguien le propusieran dedicarse plenamente a salvar la economía de la nación para erradicar la pobreza, o dirigir una nación para el bienestar de sus ciudadanos y le dijesen que va a ganar lo justo para su subsistencia, que nadie se lo va a agradecer y que nadie se va a enterar del esfuerzo dedicado seguramente dijese que esa no es la dinámica de los mercados. Sin embargo esa es la dinámica del amor. Darlo todo, pues todo lo hemos recibido, por nada e incluso por menos que nada. Sólo desde aquí se entiende el martirio, la vocación y la respuesta.

El haber sido elegido por Cristo no quita en absoluto la respuesta generosa y libre por nuestra parte. El mandamiento del amor no se entiende si no es desde la libertad. Amo porque quiero y quiero porque amo. Así es la respuesta de la Virgen María y así sería la respuesta humana si no estuviera empañada por el pecado. Por ello cuando uno procura vivir en gracia tiene más facilidad para amar. ¡Si nos diéramos cuenta de lo bien que se está junto a Dios! La transfiguración fue un anticipo para Pedro Santiago y Juan y desde la redención podemos vivirlo cada día.

Que nuestra Madre del cielo nos ayude a darnos cuenta de nuestra elección gratuita de Dios y de lo valiosísima que es la gratuidad.