Ayer llamaron de mi vicaría para decir que alguien había llamado allí para quejarse de mi perro. Se queja de que el perro ladra, lo realmente lamentable sería que hablase (¿qué tema de conversación tendría un perro?). No es que ladre de tres a cuatro de la mañana, ladra cuando bajan o suben los cierres de los comercios, es decir, a las diez u once de la mañana, que ya son horas para que el vecino esté despierto. Lo que me hace gracia es que llame a la Vicaría, como si el perro estuviese a sueldo del Obispado. Sería como si yo llamase al jefe de mi vecino para quejarme de que su empleado ronca muy fuerte. Pero sin duda ese vecino debió pensar: “Se va a enterar el cura este”. Pues la verdad que me llamen de la Vicaría para decirme que el perro ladra a esas horas me importa tan poco como si me llaman para decirme que han subido las acciones de Iberdrola. Pero hay personas a las que le gusta fastidiar, lo del perro es una nimiedad pero hay cosas que realmente hacen daño a los que profesamos la fe de la Iglesia.

«Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia. Recordad lo que os dije: «No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.» Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.» En ocasiones la persecución o el insulto a la Iglesia nos puede sentar mal, levantar nuestra soberbia y ponernos a repartir mamporros en todas direcciones. Tristemente eso se ve en muchos comentarios de páginas de Internet que tendrían que titular: “Donde las dan, las toman”.

¿Por qué es tan fácil perseguir a la Iglesia? No es porque sea blandita o haya perdido representación social, sino que es porque la Iglesia sabe perdonar, como Cristo en la cruz. Hay quien se extraña que de vez en cuando -muy de vez en cuando-, la Iglesia condene a teólogos a rectificar o guardar silencio. Pero es que esos enseñan en nombre de la Iglesia y si faltan a la verdad es la mayor falta de caridad. Sin embargo la Iglesia no condena a los que la persiguen “desde fuera”. Es normal que la Iglesia y el Evangelio caigan mal. A pesar del empeño de algunos eclesiásticos la Iglesia no va a canonizar ningún modelo político ni -aunque muchos piensen lo contrario-, se casará con el poder pues su único novio es Cristo y la salvación sólo vendrá de Dios.

“Aquella noche Pablo tuvo una visión: se le apareció un macedonio, de pie, que le rogaba: «Ven a Macedonia y ayúdanos.» Apenas tuvo la visión, inmediatamente tratamos de salir para Macedonia, seguros de que Dios nos llamaba a predicarles el Evangelio”. Pablo y Timoteo anuncian el Evangelio donde el Espíritu Santo les iba indicando, no donde fuese más fácil el éxito. Así sigue y seguirá la Iglesia.

María es madre de toda la Iglesia y bajo su manto está deseando acoger a toda la humanidad, hasta a los que nos persiguen, hasta a los que tenemos perros que ladran.