Ayer estuve viendo a un joven de 29 años que por un accidente de moto tiene paralizado todo el lado izquierdo además de haber perdido el habla y otras complicaciones. Lleva ya seis meses de hospitales. Con un dedo de la mano derecha va diciendo “si”, “no”, “regular” y expresiones así (la mueve mucho cuando le pregunto si su novia es guapa). Y también se ríe cuando le cuentas alguna tontería. Cuando hablo con los enfermos en el hospital o con sus familias te das cuenta de lo verdaderamente importante de la vida. En ocasiones vivimos tan preocupados por tonterías que tenemos una lastimosa manera de perder el tiempo. Que le pregunten a los padres de Enrique, un niño de dos años con un tumor en la cabeza, si su máxima preocupación es la prima de riesgo. Uno se va dando cuenta de lo importante y también de por qué antes del Padrenuestro decimos “Nos atrevemos a decir”, pedirle al Señor que veamos siempre y en todo su voluntad es una temeridad. Pero si apartas a Dios de la vida entonces muchas cosas pierden su sentido. Pablo sería un inútil, Enrique un estorbo, yo un imbécil (eso seguramente), y mantener un mundo por dejarlo para herencia a unos desgraciaditos como nosotros sería una tontería.

«Así dice Dios: ¿Por qué quebrantáis los preceptos del Señor? Vais a la ruina. Habéis abandonado al Señor, y él os abandona.» Casi todo el Antiguo Testamento es un empeño del pueblo de Israel de olvidarse de Dios y un empeño de Dios de no olvidarse de su pueblo. El Papa está recordando muchas veces que si el mundo relega a Dios el mundo va a la ruina. “En un mundo en el que corremos el peligro de confiar solamente en la eficiencia y en el poder de los medios humanos, en este mundo estamos llamados a redescubrir y testimoniar el poder de Dios que se comunica en la oración, con la que crecemos cada día conformando nuestra vida a la de Cristo, el cual —como afirma san Pablo— «fue crucificado por causa de su debilidad, pero ahora vive por la fuerza de Dios. Lo mismo nosotros: somos débiles en él, pero viviremos con él por la fuerza de Dios para vosotros» (2 Co 13, 4)” Nos decía el pasado día 13. Pues sin Dios serviremos al euro, o a la violencia, o al aplauso o a cualquier cosa.

“Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero…¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?” Cuando se sirve a Dios no se pasan agobios. Nos sabremos pequeños, poca cosa, bastante inútiles… pero hijos de Dios. Hoy muchos viven agobiados, angustiados y preocupados. Esta noche el fútbol será una válvula de escape para muchos durante hora y media, pero luego volverán a sus preocupaciones… y si pierde España más preocupados todavía. Parece que el mundo va hacia la ruina, pero no porque no tengamos suficientes euros, sino porque hemos hecho del euro un amo… y es esclavista.

Miramos hoy sábado a la Virgen, ella tiene a Dios en el centro de su vida (y de su cuerpo), por ello lo que parecía una ruina se convirtió en gloria.