Comentario Pastoral
DESCANSO Y TERNURA

En el evangelio de este decimosexto domingo ordinario destacan dos aspectos: el amor solícito de Jesús apra con sus apóstoles, que vuelven de la misión, y la ternura del pastor bueno hacia la multitud errante, que está «como ovejas sin pastor». Son rasgos conmovedores de la humanidad de Jesús, que busca la tranquilidad para sus discípulos cansados y siente compasión por la multitud que le sigue.

Los apóstoles se habían dispersado por todos los confines de Galilea, habían expulsado demonios y curado enfermos ungiéndoles con aceite, habían predicado la conversión. Ahora vuelven satisfechos de esta primera experiencia misionera, contando al Maestro lo que habían hecho y enseñado. Por eso Jesús se preocupa del descanso de los apóstoles: “Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco. Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer». Es conmovedora la delicadeza y exquisitez de Jesús, que los libra del tumulto, del griterío y de la confusión. Es bueno el sosiego después de la actividad agotadora.

La actividad misionera causa fatiga, necesita reposo para refrescar el cuerpo y el espíritu. De lo contrario, viene el agotamiento, el hastío, el abandono. Son muchos y diversos los cansancios del apostolado y del testimonio de la fe. La tranquilidad permite el análisis de los hechos con serenidad interior, a la vez que reconforta con nuevas esperanzas para el compromiso de la acción. Superar el vértigo de la prisa y del activismo no es fácil, pero es necesario, para no caer en la supervaloración de la eficacia ejecutiva que busca los éxitos a cualquier precio, aunque sea a costa de pasar por encima de las personas. Es gran sabiduría saberse retirar de vez en cuando, para dedicarse a la meditación y la plegaria, que hacen verdaderamente fecunda la acción cristiana. Hay que estar con Cristo en el trabajo y en el descanso.

Es también notable la ternura y compasión de Jesús, que destaca el evangelista San Marcos. Cristo se siente conmovedoramente cercano, como pastor bueno, misericordioso y solícito. Él recoge a las ovejas dispersas, se preocupa de su alimento y guía el rebaño con amor. No actúa como las falsas autoridades que dispersan y empobrecen a la multitud, que solamente se sirven a sí mismos, que obran con distanciamiento, que no se conmueven por nada ni nadie. A ejemplo de Jesús, el cristiano debe tener ternura en el corazón, comunicar la paz y derribar los muros de la división, del odio y de los prejuicios.

Andrés Pardo

Palabra de Dios:

Jeremías 23, 1-6 Sal 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6
san Pablo a los Efesios 2, 13-18 san Marcos 6,30-34

Comprender la Palabra

La vuelta de la primera experiencia misional de los apóstoles prepara el relato de la Multiplicación de los Panes (que leeremos el próximo domingo). La Liturgia de la Palabra destaca hoy en el Evangelio la realización en Cristo del ideal del Buen Pastor.

Este ideal lo canta el Salmo responsorial y sirve de preludio el oráculo del Libro de Jeremías, que concluye la serie de «acusaciones a los reyes» (21,11-23,8), antes de la «acusación a los profetas» (23,9-40). En tres incisos: 1) acusa al mal gobierno de su tiempo (=pastores), declarándoles culpable de la caída de Jerusalén en manos de Nabucodonosor (a. 587) y la deportación de los judíos (vv. 1 y 2); 2) anuncia el retorno de la cautividad y restauración nacional, gracias a una intervención divina (vv. 3 y 4) profetiza, en fin, la venida del Rey justo o Pastor ideal: el Mesías (vv. 5 y 6).

Corresponde a este domingo el segundo de los siete fragmentos consecutivos de la Carta a los Efesios. Obra de madurez del apóstol cautivo ya en el umbral de la ancianidad, esta carta es la primera y modelo de lo que deberá ser la constitución doctrinal de la Iglesia en la historia de la teología cristiana. Si el domingo pasado mostraba en un himno, el ideal de la Iglesia en la perspectiva de Dios; hoy ofrece otro himno en torno a Cristo nuestra paz. Forma parte de un contexto que expone cómo el ideal de Dios se está actualizando en la Iglesia apostólica. Para Pablo el mayor escándalo de la división y separación humana se cifra en el binomio: judíos-paganos. Entre ambos, una muralla de odio. El apóstol afirma que en Cristo ha caído toda muralla de separación. Su Cuerpo inmolado es espacio y horizonte de la unidad de todos los hombres
entre sí, y de su unión en un mismo Espíritu con Dios Padre.

El Evangelio de hoy refleja un momento de la vida de Jesús (hacia el término de su actividad mesiánica en Galilea), en el que incide simultáneamente sobre su persona la popularidad de los sencillos, el recelo de los políticos (6,14-16) y la malevolencia de los dirigentes ideológicos (7, 1ss). Sus éxitos suscitan la contradicción, y en el ánimo de los contradictores va tomando cuerpo la tentación de provocar su muerte.

Los apóstoles son enviados como colaboradores de Jesús. Son los continuadores de la obra que Jesús realiza como Buen Pastor. El Señor ha depositado en ellos su confianza al asociarlos a su misión. Y los ha enviado lleno de confianza en que su Padre cuidará de ellos. Y ahora vuelven contentos a dar cuenta de la tarea realizada. Una escena entrañable: los futuros pastores en comunión con el Pastor. Hoy como entonces, Jesús sigue depositando su confianza en sus pastores. Necesitan encontrarse tranquilos con el Maestro y Pastor que los envía, para poder sentir profundamente la situación de las gentes a las que son enviados. Jesús vio la multitud y «le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor». La misericordia, de la que tan escasa anda nuestro mundo, es prerrogativa y característica de los verdaderos y solícitos pastores del pueblo de Dios. Misericordia, no debilidad. Solicitud, no acaparamiento. Generosidad en el respeto de la libertad de cada uno. Este talante de Jesús es un compromiso para los pastores de hoy.

Ángel Fontcuberta

 

al ritmo de las celebraciones


La Comunión (2)

El Padrenuestro (cont.):

b) La razón de que el Padrenuestro se haya incluido en este lugar, inmediatamente antes de la comunión, puede ser múltiple. Ante todo, su proximidad de contenido a la Plegaria eucarística.

Su primera petición: «santificado sea tu nombre», es como un resumen de la alabanza.

El «venga a nosotros tu reino», se puede leer como eco de las invocaciones epiclépticas. No extraña que autores como san Agustín consideren esta oración como conclusión de la Plegaria. San Gregorio Magno, que es quien quiso que se recitara esta oración antes de la fracción del pan, inmediatamente después de la Plegaria, parece razonar también en este mismo sentido.

La alusión a «nuestro pan de cada día», puede haber inducido a señalar esta cercanía al pan eucarístico: «en ella se pide el pan de cada día, con lo que también alude, para los cristianos, al pan eucarístico» (OGMR, 81).

Otro sentido de esta oración es el penitencial, en la línea de las apologías que piden la purificación interior para acceder convenientemente a la mesa del Señor: «se implora la purificación de los pecados, de modo que, verdaderamente, las cosas santas se den a los santos» (OGMR, 81). Se empieza la oración con una invitación que confiesa humildemente que «nos atrevemos a decir», porque nos sentimos indignos, y se prolonga con un embolismo que pide al Señor que nos libre de todo mal. Antes de acercarnos a la eucaristía, pedimos al Señor nos perdone nuestras deudas y ofensas.

Pero a esto añade otro matiz interesante: «como nosotros perdonamos». Junto a la actitud de humilde penitencia está el compromiso de fraternidad y de perdón mutuo, porque vamos a acudir a la mesa del Señor en unión con nuestros hermanos. Por eso pide, también , la paz y la superación de toda perturbación. La familia cristiana se dispone a recibir el alimento verdadero, pero antes se reconoce a sí misma como la familia de los hijos, que se atreven a dirigir su oración a Dios como a su Padre, y por tanto se reconocen a sí mismos también como hermanos los unos de los otros.

Es la oración familiar ante la mesa eucarística. Con un sentido claro de reconciliación mutua, antes de acercarse al altar, en la línea de Mt 5,24. Es lo que expresa una de las moniciones introductorias: «Antes de participar en el banquete de la eucaristía, signo de reconciliación y vínculo de unión fraterna, oremos juntos como el Señor nos ha enseñado».

Ángel Fontcuberta

 

Para la Semana

Lunes 23:
Santa Brígida, Patrona de Europa. Fiesta.

Gál 2,19-20: Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí.

Jn 15,1-8. El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante
Martes 24:
Miq 7,14-15. 18-20. Arroja a lo hondo del mar todos nuestros delitos.

Mt 12,46-50. Señalando con la mano a los discípulos, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos».
Miércoles 25:
Santiago, ap., patrono de España.Solemnidad.

Hch 4,33; 5,12.27-33;12.2. El rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago.

2Cor 4,7-15. Llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús.

Mt 20,20-28. Mi cáliz lo beberéis.

Jueves 26:
San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María.

Jeremías 2,1-3.7-8.12-13. Me abandonaron a mí, fuente de agua viva y cavaron aljibes agrietados.

Mateo 13,10.17. A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos, y a ellos no.

Viernes 27:
Jeremías 3,14-17. Os daré pastores a mi gusto: acudirán a Jerusalén todos los paganos.

Mateo 13,18-23. El que escucha la Palabra y la entiende, ése dará fruto.
Sábado 28:
Jeremías 7,1-11. ¿Creéis que es una cueva de bandidos el templo que lleva mi nombre?

Mt 13,24-30. Dejadlos crecer juntos hasta la siega