Se van acabando poco a poco las obras de la construcción del templo. Y mientras muchos comentan el estado del edifico, si les gusta o no les gusta no saben que lo realmente importante está pasando a unos pocos kilómetros de distancia, en una sala de apenas 50 metros cuadrados, llena de trastos y herramientas. Allí dos orfebres están elaborando el Sagrario que tendrá nuestra parroquia, con la imagen del buen pastor en la puerta y la oración del “Adorote Devote” escrita en su interior. Es de bronce, bañado en oro y plata y de un tamaño considerable. Su precio no es elevado pues hemos ido directamente a los orfebres y, desde luego, cuesta mucho menos que el retablo, que los bancos, que las ventanas de alabastro, el granito de la entrada e incluso menos que las puertas. Su valor material en comparación con toda la obra es casi irrisorio y sin embargo si no hubiese Sagrario lo risible sería todo el conjunto de alrededor. Una nave, muy bonita, pero en la que podríamos vender pescado o practicar bailes de salón, pero una nave a fin de cuentas. Cuando se coloque el Sagrario y se coloque al Señor eucaristía allí el templo empezará a ser templo.

«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.

El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.» Los sacerdotes -los que estamos en parroquias al menos-, tenemos el honor de abrir cada mañana el templo. Se puede pensar que abrimos para que la gente entre, pero yo creo que en realidad lo hacemos para que Dios, en cierta manera, salga.  Cada vez que una persona viene a Misa, hace un rato de oración, pasa con sus hijos a saludar a Jesús, hace la visita al Santísimo o realiza cualquier acto de piedad en la parroquia o simplemente entra a descansar se lleva un pedacito de Dios a la calle. Un amigo y buen feligrés estuvo años alejado de Dios pero iba a la Iglesia porque había calefacción por las mañanas temprano… y Dios fue haciendo. Igual que el que encuentra un tesoro lo comparte con la familia y amigos, hace una fiesta y lo da a conocer, de la misma manera el cristiano que se encuentra con Cristo oculto en el Sagrario lo da a los demás.

Ojalá los párrocos pudiéramos tener el templo muchas más horas abiertas al día. Tal vez existe el peligro de que roben algo, pero también me parece una profanación esconder nuestro tesoro cuando podemos compartirlo con todos y jamás se agota. Dios tiene derecho a hablar al corazón de quien entra buscándole -o buscando no se sabe qué, pero se encuentra con Jesús-, y lo hace de una manera excepcional desde el Sagrario. Es cierto que se puede rezar en cualquier parte, como es cierto que ayer recibí un montón de mensajes por mi santo…, pero se agradece más al que viene a buscarte para felicitarte. Muchos han comenzado hoy también las vacaciones. Buscar los Sagrarios que tengáis cerca, es como un rincón más de vuestra casa, donde os dejáis acompañar de quien os quiere y está dispuesto a daros toda su riqueza.

María no se guardó ese tesoro en sus entrañas, nos lo dio a todos y Jesús nos entrega a la perla preciosa de su madre. ¿Crisis? En lo espiritual no, desde luego. Somos ricos.