Hoy leemos en el evangelio el texto del rico que se acercó a Jesús preguntando por la vida eterna y que, finalmente, se alejó triste porque no fue capaz de acoger la invitación que Cristo le hacía para que le siguiera. Le pudo el amor al mundo. Un buen comentario a esta escena evangélica puede ser la vida de san Bernardo, cuya memoria hoy celebramos.

San Bernardo nació a finales del siglo XI y es quizás el personaje más importante en la historia del siglo XII. Pertenecía a una familia noble y fue educado como tal. Sintió siempre un gran amor por Jesús y un deseo de comunicar ese amor a todos los hombres. Es por ello que se dirigió al monasterio benedictino de Císter y pidió ingresar. En Císter se estaba dando una reforma de la orden, buscando una mayor austeridad y una entrega más radical a las exigencias del monacato. Pero el atractivo que experimentó Bernardo por la vida religiosa era tan ardorosa que arrastró consigo a varios miembros de su familia y también a otros amigos de la nobleza. Más adelante, al enviudar, le seguiría también su padre. De hecho es uno de los personajes que, en la historia, se recuerdan con un mayor poder de atracción. Ciertamente en muchos santos vemos que llevan consigo muchas personas para Cristo, pero en el caso de Bernardo, siempre tenía un atractivo inmediato. Se comentaba, medio en broma, que las muchachas temían que Bernardo hablara con sus novios por miedo a que se hicieran religiosos.

Lo que ahora podemos ver es que ese poder de convicción nace de un amor muy grande. Si Bernardo arrastraba a otros a que le siguieran en la vida religiosa era porque el tesoro que había descubierto se transparentaba en su vida. Todo él era reflejo de ese amor de Dios que había experimentado y al que se había consagrado. De hecho se le conoce como el “Doctor melifluo”, por la dulzura de sus enseñanzas. Melifluo deriva de miel. Sus escritos que aún hoy podemos leer tratan mucho de cómo Dios ama al alma. De hecho el comenta el Cantar de los Cantares en el sentido de la relación del alma (esposa) con Cristo (esposo).

El mejor comentario del evangelio es la vida de los santos. Hoy contemplando a san Bernardo entendemos cómo debió ser la mirada que Jesús dirigió sobre el joven rico. La diferencia es que mientras aquel la rechazó Bernardo quiso permanecer bajo esa mirada y se dejó cautivar por ella. Descubrió que el amor de la mirada de Jesús era mucho más atrayente que su posición social, su cultura o cualquier otra cosa. De hecho nos recuerda que ante la mirada de Cristo vale la pena dejarlo todo. Es una mirada llena de amor que nos enseña a ver las cosas de otra manera y a querer, también, mirar todas las cosas con amor.

San Bernardo también amaba mucho a la Virgen María. La oración del “Acordaos”, en la que se muestra una confianza total en la protección de la Madre de Jesús, se le atribuye a él. También son suyas estas frases que pueden ayudarnos:

Si se levantan las tempestades de tus pasiones, mira a la Estrella, invoca a María.

Si la sensualidad de tus sentidos quiere hundir la barca de tu espíritu, levanta los ojos de la fe, mira a la Estrella, invoca a María.

Si el recuerdo de tus muchos pecados quiere lanzarte al abismo de la desesperación, lánzale una mirada a la Estrella del cielo y rézale a la Madre de Dios.

Siguiéndola, no te perderás en el camino. Invocándola no te desesperarás. Y guiado por Ella llegarás seguramente al Puerto Celestial.