Ayer tuve que mandar trabajo para casa a los feligreses de una de las Misas de la mañana. El sacerdote debía estar algo despistado pues esa tarde tenía algo importante, el coro era la primera Misa en la que se juntaba un grupo más numeroso después del verano.  Desde el confesionario se oye bien la Misa, pero cuando estás confesando estás a otra cosa. Pero me pareció que terminaba la homilía y comenzaba el ofertorio, sin solución de continuidad. Tuve que preguntar al siguiente par de penitentes si habían rezado el credo y hecho la oración universal. La cuestión es que se lo habían saltado, el sacerdote no se dio cuenta y el coro estaba ansioso de cantar. Así que les mandé a todos a rezar el credo en su casa y pedir por alguien, porque en el fondo somos católicos. Todos podemos equivocarnos alguna vez, no pasa nada, pero muchas veces tenemos la manía de no hacer caso al Misal o al ritual del sacramento que celebramos. Pensamos los curas que ya nos lo sabemos y haciendo las cosas por ”aproximación” ya vale. Tengo que reconocer queme pone bastante nervioso cuando a un sacerdote le da un arranque de creatividad y en vez de leer el ritual empieza a inventar, suele decir cosas bastante mal dichas y bastante más largas.

“Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano”. Estas palabras del centurión que han pasado a la liturgia justo antes de comulgar nos muestran lo importante de la palabra. El centurión no quiere una pócima, sólo quiere la palabra de Jesús. Se fía plenamente de la palabra de Cristo, ya que ella es eficaz. Y nosotros transmitimos la palabra de Cristo por medio de la liturgia aprobada en la Iglesia. Ya tenemos bastante espacio en la homilía para dar rienda suelta a nuestra lengua, procuremos que el resto de la liturgia sea realmente universal, católica y eclesial. No hace falta explicarla, o que sea más comprensible, quien quiera irá penetrando en los misterios de Dios.

“Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido.” San Pablo sabía que no era dueño de lo que había recibido ni de lo que transmitía. Eso no es obstáculo, todo lo contrario, para poner en juego todas sus capacidades, su imaginación, sus fuerzas…, pero siendo fiel a lo recibido. Muchas veces por querer ser creativos nos cargamos la persona de Cristo. Muchas veces nos molesta que nos malinterpreten, pero no dudamos en interpretar a Cristo al margen de su cuerpo que es la Iglesia.

Ojalá el año de la fe nos ayude a escuchar con más atención la palabra de Dios, a ser respetuosos y cariñosos con ella y a dejar que llene nuestra vida. La Virgen escucharía las palabras de su Hijo, a veces sin entender, pero sabiendo que es palabra de verdad y de vida.