Un grifo de mi casa goteaba, y al día llenaba un cubo entero, gota a gota. Decidimos arreglarlo y, como se veía claramente la fisura por donde perdía, la tapamos con un producto especial para esos menesteres. Después de dejar secar el producto unas cuantas horas volví a dar el agua. Una vez tapada la grieta perdía más agua que antes. Decidimos (hablo en plural pues lo hacía el encargado de chapuzas de la parroquia), comprar un grifo nuevo y ponerlo. Intentamos quitar la tuerca del antigua grifo.., y se rompió. Fuimos a por la tuerca siguiente…, y y también se rompió. Al final decidimos llamar a un fontanero que lo arreglará uno de estos días y espero que no tenga que romper la pared. Y es que cuando se intenta unir algo que está roto sin las herramientas, los productos y los conocimientos necesarios se suele acabar rompiendo más que al principio.

“He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división.” No parecen palabras de Jesús, que parece el gran conciliador del mundo. Pero el Señor sabe, y nos dice, que no podemos poner paz “sin las herramientas, los productos y los conocimientos” necesarios. Tristemente hoy vemos que se quiere llegar a la paz por el consenso, no por la verdad. Y esa aparente unidad hace un roto peor. La paz no se logra por la falta de enfrentamientos, sino cuando se fundamenta en la verdad del hombre y se le da su auténtico sentido. Por eso hay que recurrir a Dios creador “pidiéndole que, de los tesoros de su gloria, os conceda por medio de su Espíritu robusteceros en lo profundo de vuestro ser, que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento; y así, con todos los santos, lograréis abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, comprendiendo lo que trasciende toda filosofía: el amor cristiano. Así llegaréis a vuestra plenitud, según la plenitud total de Dios”. Quien quiera construir la unidad y la paz desde un “buenismo” no conseguirá nada. La gente es buena hasta que deja de serlo. El hombre tiene que saber que es un pecador, pero redimido por Cristo. Y por la redención es capaz de lo mejor, de dar todo lo recibido y encontrar y sembrar la paz. Cuando intentamos construir la paz desde nosotros, sin la ayuda de Dios y sin contar con la realidad del hombre, la historia se convierte en la historia de las guerras.

El mundo se va dividiendo pues quiere hacer un mundo sin Dios. Muchas guerras también se han hecho en nombre de Dios, por no querer buscar la verdad ni del hombre ni de Dios. Se han puesto parches y al final todo estalla. Cuando Cristo, conocido por la fe en la Iglesia, es nuestra raíz y nuestro cimiento, es el centro de la comprensión del hombre y del mundo es cuando se puede construir la paz. Y es necesario pedirlo cada día.

Que Santa María, reina de la paz, nos conceda vivir en un mundo sin divisiones, buscar la unidad y encontrar la paz. Cualquier día volveré a tener agua en toda mi casa.