Los pesados de la empresa constructora no quieren entregar la parroquia, quieren más dinero y se cierran en banda. Mientras tenemos a 565 niños de catequesis sin empezar, grupos de matrimonios, de oración, de jóvenes que se reúnen donde pueden y como pueden. Los domingos muchos se quedan en la calle y ya va haciendo fresco. Cuando lo cuentas todos te dicen: “Así acaban todas la obras”, pero lo cierto es que a mi me preocupa la mía. Sé que no es algo personal, pero molesta y te quita muchas energías. Cuando nos ocurre algo desagradable y realmente importante (no lo de la parroquia, que ya se arreglará si rezamos un poco), nos solemos centrar en lo nuestro y tristemente muchas veces echamos la culpa a Dios de nuestras desgracias. Como si para Dios en vez de hijos fuéramos una molestia. Otros piensan en las consecuencias de sus pecados, como si Dios no los hubiera perdonado o quisiera venganza. ¡Qué equivocados estamos! Cuando -cara a cara-, descubramos como Dios nos mira y nos mima nos moriremos de vergüenza por esos pensamientos.

«Uno tenla una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.

Dijo entonces al viñador:

«Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?

Pero el viñador contestó:

«Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas.» »

Para Dios no somos terreno baldío. Para cada uno tiene un destino y es un destino de gloria. Sólo nos queda a nosotros acogerlo y vivirlo. “A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo.” Y esa gracia es más que suficiente para vivir nuestra vida, con todas sus dificultades y problemas, pero sin perder la paz, la alegría y la fe. Y especialmente Dios se vuelca cuando encontramos dificultades o nos sentimos (y somos), especialmente pobres y necesitados. Esa es una de las maravillas de Dios. A pesar de nuestros pecados, de nuestra falta de correspondencia y de nuestros olvidos de Dios y confianza en nosotros mismos, a pesar de todo eso, Dios no deja de cuidarnos. Si miramos nuestra vida encontraremos un montonazo de caricias de Dios. Eso que en ese momento no entendíamos es medicina que cura nuestra vida y nos centra en lo que realmente importa y perdura.

Tenemos que aprender a dejarnos cuidar por Dios. La soberbia nos lo impide muchas veces y pensamos en hacer cosas por Dios, como si Él no pudiera hacer lo que quiera, y no dejamos que Dios haga por nosotros. Por eso no te importe si el Señor te echa de vez en cuando un poco de estiércol y te sientes humillado, o te poda esa prepotencia que te hace hablar demasiado de ti…, y entonces empezarás a dar fruto.

Este sábado ponemos todo en manos de la Virgen. A Prado que ha tenido un aneurisma y a Victor su marido, a Carmen que sigue luchando con su corazoncito de apenas unas semanas de vida, a Juan que ha venido a verme desde Cádiz y también tendrá sus inquietudes, a cada uno de vosotros para que nos dejemos cuidar por Dios. Por cierto, en España esta noche dormimos una hora más.