Hemos puesto un cuaderno en la entrada de la parroquia, y cada página es una de las Misas que se celebran este mes de noviembre. Animamos ayer a todo el mundo a apuntar en las Misas el nombre de sus difuntos, a los que quieren que se les aplique una Misa este mes. La respuesta ha sido buenísima, hay un montón de intenciones para este mes. Animé a pensar, además de en los seres más queridos, en aquellos que ta vez hemos olvidado más: esa tía abuela soltera que murió hace quince años, ese amigo cuya familia no era muy creyente, ese mendigo que un día apareció muerto cerca de tu casa…, por aquellos que tal vez se han ofrecido menos Misas…, o ninguna.

“No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron”. La certeza de la vida eterna y de que la salvación es un don gratuito de Dios -que nosotros debemos de acoger-, hace que especialmente en este mes de noviembre recemos por los difuntos. Ninguna Misa se desaprovecha y el Señor coge cada oración por los difuntos. También en este año de la fe es bastante fácil lucrar indulgencias plenarias por nuestros difuntos, no lo dejemos en el olvido. Estoy convencido que las benditas ánimas del purgatorio están eternamente agradecidas a nuestras oraciones . Tratarlas en nuestra oración , pedirle a la Virgen que derrame la gracia de Dios para que pronto lleguen a la meta, encomendarles asuntos y tareas está muy olvidado, pero es buenísimo hacerlo. Cuando tanta gente cree en fantasmas y cosas esotéricas, nosotros confesamos la fe en Dios, Dios de la vida y de la eternidad, que nos tiene a cada uno en sus manos ahora y siempre.

Hay una anécdota que siempre me ha hecho cierta gracia y me gusta contar. Murió el párroco de un pueblo y, como era un sacerdote entregado y celoso, murió con cierta fama de santidad. Todo el mundo acudía a su tumba a pedirle cosas y su sucesor continuaba su tarea y citaba la vida de su antecesor como la de un sacerdote ejemplar. Pasó el tiempo y una noche, al nuevo párroco del lugar, se le apareció el alma del difunto párroco y le pidió: ¿Queréis dejar de hablar bien de mi y ofrecerme alguna Misa? Estoy en el purgatorio y todo el mundo me pide cosas pero no reza por mi salvación.

Pues recemos hoy, este mes y siempre por los difuntos. Ojalá el día de nuestra muerte muchas Misas se apliquen para que por la misericordia de Dios gocemos del cielo. Que Santa María, reina de cielos y tierra y mediadora de la gracia, ayude a muchas benditas ánimas del purgatorio a llegar pronto a su destino.