Recuerdo una película española en la que una mujer desesperada, porque había quedado embarazada y su novio se había desentendido del bebé, entabla amistad con un anciano solitario que vive en su misma escalera. Aquel hombre no tenía casi nada, pero un día sorprende a la chica que lo ve todo negro, agradeciendo el sol que sale cada mañana, el don de la vida,… ¡Hay tantas cosas por las que estar agradecidos a nuestro alrededor! Situaciones como la actual, en que la crisis nos golpea, pueden hacernos olvidar todo lo que se nos da. Sin duda el agradecimiento cambiaría nuestra percepción de las cosas. Y, además, el agradecimiento nos ayuda a salir de nuestro egoísmo y nos abre a saber compartir lo que tenemos con los demás.

Tengo para mí que el agradecimiento embellece todas las cosas. Cuando damos las gracias por cualquier cosa es que caemos en la cuenta de que allí hay una belleza o un bien que merecen ser reconocidos. Y nuestra acción de gracias, por sencilla que sea, hace que refulja y no pase desapercibido. Sin duda dar las gracias hace que seamos más conscientes del gran regalo de la vida y de tantas cosas buenas que pasan a nuestro alrededor. De esa manera también somos capaces de afrontar las dificultades con otra mirada y mayor generosidad.

En el evangelio de hoy nos encontramos con diez leprosos que se acercan a Jesús para pedir que les cure. Su oración es muy clara: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”. El texto subraya algunos detalles, como que se quedaron lejos y se dirigieron al Señor con gritos. Pienso que lo hicieron por la prohibición que tenían esta clase de enfermos de acercarse a los demás, pues se les consideraba impuros y además podían contagiar su mal. Pero el caso es que son capaces de reconocer, desde la distancia, a quien pueden curarlos. Y hacen una petición. Esto es muy humano y muy bueno. Reconocer los límites y acudir a quien puede responder a nuestras necesidades es bueno. Nos damos cuenta de que solos no podemos y de que necesitamos del socorro de otros. Así es siempre nuestra situación ante Dios. Necesitamos de Él continuamente. Sin la ayuda de Dios no podemos vivir verdaderamente. En sentido estricto, sin Dios que nos mantiene en la existencia, dejaríamos de ser.

Jesús les cura de una manera singular. No lo hace inmediatamente sino que les manda que acudan a presentarse a los sacerdotes. Era esta una prescripción establecida por Moisés para garantizar la curación. Es durante el camino que se obra el milagro. No ha pasado tanto tiempo y, sin embargo, la mayoría ya han olvidado que si tienen la piel limpia es por el poder de Jesús. Pero no establecen la relación entre la petición que han hecho, las palabras del Señor y lo que ahora les sucede. Es como una falta de atención.

Sólo uno de los diez regresó junto a Cristo para darle las gracias. A mí esto me ha hecho pensar que quizás nosotros no agradecemos ni el diez por ciento de las cosas que recibimos. Si me paro a pensarlo creo que aún es mucho menor mi agradecimiento. De hecho desde que me levanto hasta que me acuesto debería estar agradeciendo al Señor por sus dones. Me gustaría hacerlo.

Jesús nos enseña también que el agradecimiento es una manera de alabar a Dios, de darle gloria. Porque cuando damos gracias por cualquier cosa al final estamos reconociendo a Aquel de quien procede todo bien y que muestra su grandeza en la misericordia que tiene con nosotros.