La semana pasada ha sido apasionante. No, todavía no hemos inaugurado la parroquia, es más, todavía no hemos firmado el acta de recepción. Eso será mañana. Pero como la situación se alargaba semana tras semana y se iba acumulando mes tras mes, con los niños sin empezar la catequesis, la mitad de la gente en la calle los domingos en la Misa, nuevos grupos que no podían empezar por falta de espacio…, decidimos adelantar acontecimientos y retomar la posesión de la parroquia. El lunes entramos, pero nadie nos explicó que para tener la posesión hacía falta estar dentro…, así que por la tarde los de la constructora cambiaron las cerraduras y recuperaron la posesión. Eso sienta mal así que el martes, ayudado por los casi cincuenta feligreses de la Misa de 9:45 volvimos a entrar (pacíficamente), y ya nos quedamos alguno vigilando dentro hasta que se firmó el acuerdo el jueves pasado. No es nada agradable tener que estar así, pero parecía una espera sin fin.

“Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre”. Comenzamos el Adviento, comenzamos un nuevo ciclo (el ciclo C) escuchando otra vez el Evangelio de San Lucas. Podríamos pensar: “¡Bueno, otro Adviento más!” Y tal vez de este Adviento sólo esperemos la llegada de la Navidad y con menos alegría que otros años pues en muchos casos no hay ni paga extraordinaria. El que espera mirando al pasado, a lo que no pasó otros años, espera mal. Los verbos de las lecturas de hoy están en futuro: “llegan días en que cumpliré las promesas” “suscitaré a David un vástago legítimo” “vivirán tranquilos” “os presentéis santos e irreprensibles” “Habrá signos en el sol, la luna y las estrellas”…, Nuestra esperanza mira al futuro. Nosotros no hubiéramos recuperado la posesión de la parroquia si no esperásemos una solución rápida al problema. Los cristianos no esperamos en futuro sin la certeza de que el Señor viene. Cuando vemos a una mujer embarazada 8se ven tantas en mi parroquia), se dice que está esperando y espera con la certeza del nacimiento de su hijo. Una embarazada no llega a los ocho meses y dice que eran gases.

Y la certeza de esa espera hace que sea una espera activa, no es sólo dejar pasar el tiempo. Una sorpresa es algo que no se espera, si es bueno nos sorprende y si es malo nos asusta. Uno puede esperar que le toque la lotería de Navidad, pero es un esperar incierto pues no sabemos si ocurrirá. Jesús no vuelve por sorpresa, lo ha avisado. Y por eso hay que preparar su venida. Los agobios de la vida nos pueden hace que no estemos esperando al Señor y entonces el Señor nos sorprenda…, pero no será porque no sabemos que viene. Por ello volver a escuchar durante este año el Evangelio de San Lucas no es dar vueltas a lo mismo que hace tres años. Es un tiempo más para conocer más a Cristo, dejar que nos conozca más y mejor, que nos transforme y una oportunidad de acercarnos más a Jesús que viene. El Papa nos recordaba el otro día: “San Cirilo de Jerusalén dice: “No solo proclamamos la primera venida de Cristo, sino también una segunda mucho más hermosa que la primera. La primera, de hecho, fue una demostración de sacrificio, la segunda porta la diadema de la realeza divina; …en la primera fue subordinado a la humillación de la cruz, en la segunda es rodeado y glorificado por una multitud de ángeles”

El tiempo de Adviento es el momento de esperar preparados. Cada domingo encenderemos una vela de la corona de Adviento y diremos: “¡Maranatha. Ven Señor Jesús! En este año de la fe, cuando tanta gente espera tan poco de la vida, tiene metas bajas e inmediatas, se contenta con lo material, pasajero y superfluo, nosotros tenemos que levantarnos, alzar la cabeza: se acerca nuestra liberación… y anunciarlo así a los demás. Sólo cuando esperamos podemos enseñar a los demás a esperar.

Nuestra Madre del cielo esperó el nacimiento de Cristo en sus entrañas. esperó la redención de la humanidad al pie de la cruz. Esperó con los apóstoles el don del Espíritu Santo y ahora nos enseña a esperar la venida de su Hijo. Estad siempre despiertos y acordaos de pedir a Dios que no siga metiendo el demonio sus narices en la consagración-pronto-, de nuestra parroquia.