Lo primero que llama la atención del evangelio de hoy es la expectación de la gente. Todo el mundo esperaba algo. Parece, según los historiadores, que esata expectación no fue motivada sólo por la presencia del Bautista si no que, en general, se esperaban cambios. Sorprende el contraste de esa actitud con lo que vivimos en nuestra época, en la que la apatía resulta dominante. Parece como si ya no hubiera de suceder nada. Esa actitud conlleva otra y es que pensamos que no hay nada que hacer.

Contrariamente, los que se acercaban a Juan preguntaban: “¿Qué hacemos nosotros?” Está dispuesto a hacer algo quien tiene esperanza. El inmovilismo es una forma de desesperanza. También puede serlo el cambiar constantemente de actividad y de criterio. Es la falta de constancia que supone que no somos tenaces en la espera. De ahí la importancia de pedir consejo. En la Iglesia sioempre se ha valorado mucho la ayuda que prestan los directores espirituales. Juan el Bautista, al que la gente acudía porque lo percibían vivo y eso les generaba confianza, a pesar de su presencia un tanto salvaje, no sólo anunciaba la venida del Salvador, sino que era capaz de ilustrar a cada uno sobre lo que tenía que hacer.

Hay que saber pasar de las grandes verdades en las que creemos a su concreción en nuestra vida. Hay un libro de espiritualidad que se titula así: “El Espíritu es concreto”. Se refiere al Espíritu Santo, alma de la Iglesia y motor de nuestra vida interior. Su presencia se caracteriza porque nos modela de una forma determinada y nos mueve en una determinada dirección. Dios no espera lo mismo de todos ni los inspira en el mismo sentido, de ahí la pluralidad de carismas en la Iglesia. Pero la certeza de que somos movidos por Dios se muestra también en las determinaciones concretas que tomamos. Es lo que en el lenguaje tradicional se denominan propósitos. Podríamos tomarlos solos, pero la experiencia indica que es mucho mejor si nos valemos del consejo de personas experimentadas. Juan, que se había formado en la escucha atenta de la palabra de Dios, enseñaba a quienes acudían a él a oírlo en su interior.

No es que haya muchos discursos divinos. Su palabra es una y la misma siempre. Sucede, sin embargo, que está llamada a modelar nuestra vida, la de cada uno. En ese sentido se particulariza. El mismo mensaje salvador exige del discernimiento particular de cada uno para llevarlo a la vida. Dicho discernimiento no puede contradecir la Revelación general. Pero para hacerlo bien, que necesario es contar con otro. Todos sabemos lo fácilmente que nos engañamos a nosotros mismos.

La verdadera esperanza se caracteriza por el deseo de hacer algo, de cambiar. San Pablo indica como ese hecho va acompañado de la alegría. Lo veíamos también el domingo anterior. Es así porque el Señor está cerca. Precisamente de la alegría de saber que el Señor está con nosotros nace ese deseo de cambiar. Camino que, como señala el mismo san Pablo hay que hacer sin demasiada preocupación. Es Dios quien guía nuestro camino si, con sinceridad y rectitud de intención, nos ponemos en sus manos.