Comentario Pastoral
MEDITACIÓN SOBRE EL BAUTISMO

En el sacramento del Bautismo confluye todo el misterio de la vida: el pasado del pecado, el presente del hombre nuevo y la esperanza del mundo definitivo. El Bautismo es regeneración, vida nueva, nacimiento de lo alto, participación de la Resurrección, revestimiento de Cristo, signo de la filiación divina y unción del Espíritu. Contemplado y definido así, desde la teología se comprende su importancia y valor.

Sin embargo, desde la realidad pastoral concreta, el Bautismo tiene aún ciertos matices de celebración sociológica. Se pide el Bautismo desde diversas instancias: la costumbre, la religiosidad o la tradición familiar, aunque es verdad que actualmente el nacimiento de un niño y su Bautismo ya no están indisoluble y automáticamente unidos, como ocurría antes. Es creciente la toma de conciencia, por parte de todos, de la seriedad y exigencias que comporta este sacramento fontal, para que no sea un gesto estéril.

A quienes abogan radicalmente por el retraso del Bautismo hasta la edad adulta, para que haya un compromiso personal, conviene recordarles algunas de las razones presentadas en el nuevo ritual promulgado como fruto de la reforma litúrgica del Vaticano II: los niños son bautizados no por su fe personal, sino en la fe de la Iglesia, proclamada por los padres, padrinos y la comunidad; la respuesta y conversión personal de los niños es exigencia posterior al Bautismo, que necesita una educación progresiva en la fe eclesial.

En este domingo celebramos la fiesta del Bautismo del Señor. Es oportuno recordar las exigencias de nuestro propio bautismo, a la luz del Bautismo de Cristo, que fue manifestación de su filiación divina, comienzo de su misión pública, proclamación de una nueva fidelidad, un nuevo amor y una nueva ley. Los bautizados debemos manifestar en toda circunstancia que somos hijos de Dios, ungidos con un espíritu nuevo, que vence toda cobardía y egoísmo.

Porque estamos bautizados, tenemos que vencer el miedo a profesar una auténtica conciencia bautismal en todas las circunstancias básicas y a recobrar actitudes fundamentales que han podido abandonarse a lo largo del camino de la vida. Tareas específicas del bautizado son: vivir las obras de la luz en medio de las tinieblas, luchar contra las estructuras de la injusticia, enfrentarse al pecado del mundo, buscar afanosamente la fraternidad universal y construir el futuro de una historia nueva.

Andrés Pardo

 

Palabra de Dios:

Isaías 42, 1-4. 6-7 Sal 28, 1a y 2.3ac-4.3b y 9b-10
Hechos de los apóstoles 10,34-38 san Lucas 3,15-16.21-22

Comprender la Palabra

Jesús dejó Nazaret, bajó al Jordán y quiso ser «bautizado» por el Precursor. El «bautismo» que administraba Juan equivalía a una celebración penitencial. Con el rito de entrar en el agua purificadora, el pueblo afirmaba su voluntad de convertirse. Conversión es volverse de cara a Dios. Juan les hace comprender que Dios está muy cerca.

Cristo baja al Jordán como sube a la Cruz: solidario con el mundo pecador. Fraternidad redentora, que toma sobre sí como si fuese propio el pecado de todos. El Bautismo de Jesús en el Jordán sirve de marco a la teofanía (palabra griega que significa: divina manifestación) en la que Dios Padre declara que Jesús de Nazaret es su Hijo, plenitud activa de su Espíritu.

La primera lectura del libro de Isaías, pertenece al primer cántico, de los cuatro que se suelen denominar «los Cánticos del Siervo de Yahvé». El Siervo, siendo un personaje individual, tiene una misión de «personalidad corporativa», es decir, asume en su persona la responsabilidad del pueblo y de la humanidad; Dios elige al Siervo a fin de restaurar la alianza de Dios con su Pueblo, y, a través de él, con toda la humanidad, a través de la predicación y del sufrimiento vicario.

El texto de la segunda lectura contiene parte del discurso de Pedro en casa de Cornelio, donde se produjo la primera conversión de gentiles al Evangelio como exposición kerigmática que les proclamó. La misión de Jesús comenzó por su bautismo en el Jordán. Jesús pasó haciendo el bien. Era el hombre para los demás en todos los aspectos, menos en el pecado. Uno de los aspectos importantes de la misión y tarea de Jesús es el ser para los demás y por los demás.

En el relato del Evangelio, Jesús va a recibir, en su Bautismo, la misión y la tarea del Siervo: asumir sustitutivamente la responsabilidad del pueblo y de la humanidad. Por eso presenta visualmente, de modo anticipado, esta misión y tarea. Los discípulos de Jesús no caminan por el mundo aislados, sino en comunidad. Lo hacen por los mismos caminos y en los mismos ámbitos que sus hermanos los hombres. En medio de todos, el creyente es luz y sal.

Jesús recibe el Bautismo para recibir la misión y abrir el camino a una nueva realidad de la Iglesia: el Bautismo cristiano. El bautismo de Juan no confiere el Espíritu santo. Sólo el bautismo de la Iglesia, recibido por Jesús y administrado en su nombre, confiere el perdón de los pecados, la incorporación a Cristo muerto y resucitado, la filiación divina y el don del Espíritu Santo.

Ángel Fontcuberta

 

al ritmo de las celebraciones


El Tiempo Ordinario (I)

El Tiempo Ordinario forma parte del Año Litúrgico y consta de 33 ó 34 semanas, distribuídas en dos períodos: 1º) del lunes siguiente a la Fiesta del Bautismo del Señor hasta el Miércoles de Ceniza; 2º) del lunes siguiente a la solemnidad de Pentecostés a las primeras vísperas del I Domingo de Adviento.

Este tiempo es el que ha sufrido una mayor transformación en la reforma litúrgica llevada a cabo después del Concilio Vaticano II: se ha dado una unidad global a todo este tiempo, dándole una estructura interna más coherente y se ha procurado darle una continuidad de contenido. A la vez que, se ha enriquecido la eucología y abundamentemente la Palabra de Dios. Por otro lado, se han suprimido la excesiva presencia de las celebraciones de los Santos.

El Tiempo Ordinario presenta una nueva estructura y personalidad propia, conforme a las características fundamentales del Año litúrgico, que no solo se aplican a los tiempos fuertes, sino también al Tiempo Ordinario: 1º) las celebraciones giran alrededor del eje central del misterio pascual (S.C. 107); 2º) revalorización del domingo sobre el ciclo santoral (S.C. 106, 108 y 111); 3º) mayor abundancia de textos bíblicos, de modo que, en un período de años, se hayan leído al Pueblo de Dios las partes más significativas de la Sagrada Escritura (cfr. S.C. 51).

El Tiempo Ordinario no celebra ningún aspecto peculiar del misterio de Cristo, sino que la Iglesia recuerda el misterio de Cristo en su plenitud, principalmente los domingos (cfr. Normas Universales del año litúrgico y sobre el Calendario, 43). El misterio pascual de Cristo se presenta de un modo progresivo y profundo. El Tiempo Ordinario forma un contínuo celebrativo a partir del Bautismo del Señor hasta llegar al Adviento, conservando cada domingo su propio valor dentro de la unidad y continuidad de todo el tiempo litúrgico.

El Tiempo Ordinario es tiempo del Señor, tiempo de salvación, tiempo de construcción del Reino de Dios. En este tiempo se profundiza y asimila el misterio pascual de Cristo en el misterio de los cristianos. La Eucaristía dominical y ferial es siempre celebración, memorial, presencia y comunión en el misterio de Cristo crucificado y resucitado.


Ángel Fontcuberta

Para la Semana

Lunes 14:
Hebreos 1,1-6. Dios nos ha hablado por el Hijo.

Sal 96. Adorad a Dios, todos los ángeles

Marcos 1,14-20. Convertíos y creed en el Evangelio.
Martes 15:
Hebreos 2,5-12. Dios juzgó conveniente perfeccionar y consagrar con sufrimientos al guía de su salvación.

Sal 8. Diste a tu Hijo el mando sobre las obras de tus manos

Marcos 1,21-28. Les enseñaba con autoridad.
Miércoles 16:
Hebreos 2,l4-18. Tenía que parecerse en todo a sus hermanos para ser compasivo.

Sal 104. El Señor se acuerda de su alianza eternamente.

Marcos 1,29-39. Curó a muchos enfermos de diversos males.
Jueves 17:
Hebreos 3,7-14. Animaos los unos a los otros mientras dure este «hoy».

Sal 94. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».

Marcos 1,40-45. La lepra se le quitó y quedó limpio.
Viernes 18:
Hebreos 4,l-5.11. Empeñémonos en entrar en aquel descanso.

Sal 77. No olvidéis las acciones de Dios.

Marcos 2,1-12. El Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados.
Sábado 19:
San Antonio, abad (+356), monje y penitente, que atrajo a muchos discípulos.

Hebreos 4,12-16. Acerquémonos con seguridad al trono de la gracia.

Sal 18. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.

Marcos 2,13-17. No he venido a llamar justos, sino pecadores.