1P 5,1-4; Sal 22; Mt 16,13-19

Porque la Iglesia de Dios no es como un saco de grano, cuya sola estructura es la individual de cada uno y la frontera de arpillera, el bautismo que nos unifica; una mera montonera limitada por el saco. La primera lectura y el salmo nos dan estructura de mayores espesores: el rebaño con su pastor, tan utilizada en las Escrituras. En el salmo, el pastor es el Señor. Con él nada me falta: preciosas metáforas de praderas con carnosa hierba, fuentes para nuestro solaz, fuerzas que sabe cómo reparar, cañadas obscuras que he de atravesar sin temor. La vara y el cayado del Señor sosiegan todo temor que me pueda sobrevenir en el camino. En el evangelio de Juan el Pastor es Jesús. Se añaden nuevas metáforas: el aprisco, la puerta, el cuidado amoroso, la búsqueda de la oveja perdida y la vuelta, agotada de su extravío, cargando con ella sobre sus hombros. La comunidad no es un mero saco que contiene individualidades, protegida de lo exterior con la fortaleza de su arpillera. La imagen del pastor y de su rebaño da un inaudito espesor a la Iglesia de Dios; espesor de estructura. La comunidad está estructurada en torno a Cristo, el buen pastor. Nosotros somos sus ovejas y caminamos unidos tras él; sorteando con él tan graves peligros que nos amenazan. Sabemos que nunca nos va a abandonar; que cuando nos perdamos irá a buscarnos hasta encontrarnos, habiendo dejado a las demás en buen recaudo. El pastor cuyas son las ovejas, nunca las desatiende, no las descuida; no es asalariado que escapará a la primera venida del lobo, dejándonos en sus dientes de hierro.

Hoy celebramos que el Señor nos da siempre nuevos pastores. Jamás nos desatiende, ahora que él ascendió junto al trono de Dios su Padre. No nos ha dejado al albur de nuestras fuerzas, su Espíritu Santo está con nosotros. Tenemos estructura de rebaño que camina dirigido por su pastor a los buenos pastos, para hacernos encontrar solaz junto a las fuentes tranquilas; para defendernos con su vida de los lobos rapaces que quieren devorarnos.

¿Quiénes son ahora esos pastores? Los que con Pedro responden: Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo. Sí, es verdad que todos lo proclamamos, esa afirmación nos dice quiénes somos, pero Pedro tuvo el arrojo osado de hablar de modo seguro, y de hacerlo siempre el primero y en nombre de todos. Las palabras de Jesús son asombrosas: Tú eres Piedra —nunca olvidemos que Pedro significa piedra, roca—, tú serás la roca sobre la que construiré mi Iglesia, la Iglesia de Dios, y el poder del infierno no la derrotará. Él, Pedro, ocupará ahora el lugar de pastoreo de Jesús con su rebaño. Sus palabras y sus gestos serán palabras y gestos del Buen Pastor, del mismo modo que las palabras y los gestos del sacerdote en la eucaristía son las palabras y los gestos de Jesús en la última Cena. Lugar sacramental, porque ahí la materia, la palabra, la acción son sacramentales. Misterio de la eucaristía. Misterio de la Iglesia. Misterio del lugar de Pedro en su Iglesia. No lugar de poder, sino de servicio, de comunión. Las palabras y los gestos del sacerdote en la eucaristía son las de Jesús; no se apropia de nada, no ejerce un poder, sino que su rostro y su mirada traslucen el rostro y la mirada de Jesús, quien nunca nos ha dejado solos; quien nunca nos dejará solos. Figura esencial la de Pedro.