Comenzamos unas semanas decisivas en la vida de la Iglesia, me parecería una vulgaridad estar hablándoos de la calefacción de la parroquia, así que estas dos semanas que tenemos por delante vamos a meditar sobre el amor a la Iglesia y al Papa, tomando pie en el Evangelio de cada día.

«Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.» Los periódicos y las televisiones se han llenado de tertulianos y teólogos apócrifos y ágrafos dando todo tipo de interpretaciones a la renuncia del Papa y su retiro a la oración el próximo jueves. Han dicho y dirán todo tipo de cosas criticando, juzgando y condenando al Papa, a la curia, a la Iglesia y a aquel que se le pusiera por delante. Y el Papa ha respondido: “Si Dios me pide esto.” Para muchos es incomprensible pues siguen uniendo el papado al poder y no al servicio y para muchos de esos mismos Dios no habla a cada uno, sino que se convierte en una serie de normas morales para regular la sociedad…, claro que la sociedad va cambiando y la palabra de Dios no, y  por eso la rechazan o tergiversan.

No es así. Benedicto XVI, que es un hombre de profunda oración, sabe que en la oración Dios se dirige a él, a su vida, sus circunstancias. La relación con Dios es de tú a tú, cara a cara, corazón frente a corazón. Por ello si el Papa honestamente y en conciencia, ha descubierto que Dios le pide ese gesto, lo hace y -como le gustan mucho los sombreros-, se pone al mundo por montera y hace lo que tiene que hacer. Dios no dejará ese acto sin recompensa para toda la Iglesia y tal vez nos lo pague… con persecuciones: ¡Bendito sea Dios!.

Sed compasivos, no juzguéis, no condenéis, perdonar…, no son frases bonitas que Jesús lanza al viento. En nuestra oración de hoy nos la dice a cada uno de nosotros, a tu corazón en concreto. Nos lo dice hoy a cada uno por esa persona que te ha fastidiado la vida, que te ha engañado, que se cree más listo que nadie en el trabajo y se escaquea o te apuñala por la espalda. Te lo dice por ese hermano que se quedó con la herencia de forma injusta, o por esa exmujer que te está amargando la existencia. Te lo dice por ese niño del colegio que se ríe de ti, por ese párroco que no te valora o te ignora, por ese que te va poniendo mala fama o ese que decía ser tu amigo y te negó su ayuda en un momento de apuro. Por cada uno de esos el Señor te dice: se compasivo, no juzgues, no condenes, perdona. No es un simple sentimiento de “buenismo intergaláctico” hay que concretarlo. Es hacer concreta la misericordia de Dios en cada una de las personas que conocemos. Pude parecer imposible, pero uno no da más que lo que recibe y cuando uno se une de verdad a Cristo y palpa la misericordia que Dios derrama sobre mí y sobre el mundo no puede menos que ser misericordioso.

Si Dios estuviese lejos el Papa no habría renunciado, si Dios estuviese lejos María no habría dicho su “Fíat”, si Dios estuviese lejos no estarías rezando ahora, pero muy cerca de ti está el “Señor, Dios grande y terrible, que guardas la alianza y eres leal con los que te aman y cumplen tus mandamientos”.