El próximo martes se inicia el Cónclave. Los ojos de todo el mundo estarán puestos en la chimenea que ha de anunciar si ya tenemos Papa. Ese signo, heredado de la tradición y lleno de simpatía, me viene a la cabeza mientras medito el evangelio de hoy. ¿Por qué? Porque aparece un padre que estaba esperando un hijo, y que lo ve cuando aún estaba lejos. El padre simboliza a Dios y el hijo que regresa a casa a cada uno de nosotros. En la chimenea la fumata blanca señalará que hay un nuevo sucesor de Pedro y nosotros veremos en ello como Dios sigue acompañando a su Iglesia. Dios nos mira con profunda misericordia y quiere que nosotros lo veamos a él.

La Iglesia es la casa en la que se realiza, a diario la misericordia. Ahora no tenemos Papa, pero seguimos celebrando los sacramentos y se sigue dando la reconciliación de muchísimas personas con Dios. Estas se ven libres de sus pecados, recuperan la alegría, ven como son queridas por Dios, se fortalecen en la esperanza y son animadas a vivir más intensamente la caridad. El Papa, sucesor de Pedro, es vínculo de unidad en esa casa, que se ha hecho muy grande y se expande por todos los continentes. El Señor nombró a Pedro como vicario suyo en la tierra y sus sucesores prosiguen esa labor difícil, pero necesaria y llena de misericordia. Estos días rezamos por el próximo Papa, el que ha de ser elegido por los cardenales, asistidos por la fuerza del Espíritu Santo. Supuestos especialistas disputan sobre quién recabará los votos… Son entretenimientos que no nos deben apartar de lo esencial: la Iglesia sigue en medio del mundo para que todos los hombres puedan entrar en ella y recibir el abrazo de la salvación.

El evangelio nos muestra dos hijos. Uno se había ido lejos llevando una vida pecaminosa. Pero, en lo más abyecto de su caída, recordó que tenía un padre y emprendió el camino de regreso. Al llegar se encontró con la sorpresa de que lo esperaban y lo trataban como un hijo. Todos los gestos del padre subrayaban su amor y su misericordia. Pero hay otro hijo, el mayor, que es fiel en muchas cosas y que no entiende la actitud de su padre. En definitiva no comprende su misericordia y, estando siempre cerca, parece como si quisiera permanecer fuera de la casa. No entiende lo que es el hogar, que ha convertido en un lugar de derechos y no en un sitio donde se vive el amor y la misericordia. Tiene razón en querer que haya orden, pero su deseo de justicia se haya enturbiado por el resentimiento. Su padre intenta hacerle ver lo que constituye ese hogar, que es su paternidad, y como desde ahí hay que ver todas las cosas.

Recemos por el próximo sucesor de Pedro. Lo necesitamos tanto todos para que nos ayude a conocer mejor el evangelio de Cristo; para que la Iglesia siga siendo un signo de Dios en medio del mundo; para que ilumine con su magisterio en las cuestiones controvertidas; para que con su palabra nos enseñe a permanecer fieles a lo que hemos recibido de Dios.

Y al pedir por el próximo Papa también vemos el gran don que es la Iglesia, a la que cada vez hemos de sentirnos más unidos. El evangelio de hoy es también una invitación para profundizar en el misterio de la Iglesia, en la que Dios no deja de derramar su misericordia.