Pues efectivamente, ayer cayó bronca del médico, no sólo no habían mejorado los análisis sino que, a pesar de comer poca carne y mucho verde, había engordado un par de kilos. La próxima meta: Junio. Con el colesterol y estas cosas uno no se siente y, a pesar de fumar como un cosaco –cosa que algún día dejaré-, mi radiografía de los pulmones es excelente. Como no molesta los médicos tienen que amenazarte con lo que te puede pasar, los factores de riesgo. Etc. Etc. Me lo intentaré tomar en serio pero no por miedo, sino por servir. Cada día veo más gente que con esto de la salud vive con miedo, previene, se cuida, hace cosas impropias de su edad y su condición, aferrándose a cuidar la calidad de vida…, y se olvidan de cuidar la calidad de su alma para llegar a la Vida.

-«Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.» En Pascua nuestra tarea es nacer de nuevo, nacer del Espíritu. Hay que escuchar el viento que sopla y que nos llevará a caminos insospechados. En la vida hay quien actúa por temor, se previene de ofender a Dios, pero no está dispuesto a que Dios le cambie sus planes. Esa no es la vida en el Espíritu. Mucha gente procura ser buena, conoce los mandamientos y los cumple, pero no quiere escuchar a Dios. La cruz es un adorno, pero no acabamos de creer en ella. “Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna”. El crucificado es el resucitado y nos manda el don de su Espíritu para nuestra vida. No nos manda un espíritu de temor, sino de hijos.

Sé que a veces nos es complicado de entender, que viviendo en Cristo somos más felices en esta tierra y caminamos hacia el cielo. Parece que la vida en Cristo es renunciar a los placeres terrenales para una esperanza futura, es decir: Fastídiate que luego gozarás. Sin embargo primero hay que entender esta vida para llegar a intuir la futura, hay que nacer de nuevo y creer cuando Dios nos habla de la vida en esta tierra para entender la vida del cielo. “En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía.

Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno.” ¡Qué maravilla sería en estos tiempos en que tanta parte de la humanidad pasa necesidad y muchos bienes están reservados a muy pocos! ¿Por qué no es posible? Porque seguimos sin creer de verdad en Jesús ni en el cielo. ¡Ojalá en Pascua cada uno cambiemos nuestro corazón! Nos encontremos con Jesús resucitado, pidamos humildemente el don del Espíritu y le dejemos que sople por donde quiera y nos lleve a donde le de la gana.

María, nuestra madre del cielo, colabora plenamente en el plan de salvación, no pone condiciones ni se convierte en “asesora” de Dios, simplemente hace lo que Él dice. Que ella nos ayude a nacer de nuevo.