Hoy seguimos de primeras Comuniones (y lo que te rondaré, morena). Son días relativamente bonitos para los niños, de gastos para los padres y, en ocasiones, deprimentes para los párrocos. Mucho ruido, mucha algarabía y luego… nada. Se viste a las niñas de novias y a los niños de almirantes y parece que dejan de ser niños, aunque cuando rascas un poco te das cuenta que siguen siendo los niños de siempre. Hay un empeño en hacerse mayor el niño y pequeño el mayor.

-«Dejad. que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él.» Hoy piden muchos a los niños que se comporten como adultos…, y encima ello se lo creen. Y les presentamos un Dios que no se acerca a ellos, sino un Dios inalcanzable, lejano y que se utiliza para recibir regalos. Se tiene la misma cercanía a Jesucristo que a Papá Noel. Y es una pena. Privamos a los niños de ser piadosos según se edad, de decirle a Jesús lo que sale de su corazón de niño y a estar pendiente del fotógrafo y del lazo. Y cuando son mayores no saben expresar la ternura a Dios ni han gustado de la ternura de Dios.

Pidamos hoy a la Virgen, con agradecimiento de un pequeño milagro que ha hecho a una futura madre de la parroquia, que nunca dejemos de ser niños y acercarnos a Dios como tales. Que Dios pueda disfrutar de nosotros y nosotros de Dios.