Con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud el Papa Francisco ha viajado a Brasil. Ya se encuentra en esas tierras y nos alegra la gran acogida que ha tenido. Ël mismo ha señalado el hecho providencial de que su primera salida, fuera de las tierras italianas, fuera a América del Sur. A su llegada ha dicho “No tengo oro ni plata pero traigo conmigo lo más valioso, Jesucristo”. Así, de forma sencilla nos ha recordado que el gran bien de la Iglesia es el mismo Jesús, y que eso es lo que la Iglesia se alegra de comunicar a los demás, y él lo hace como sucesor de Pedro. Reconforta la sencillez de este Pontífice y la facilidad con la que nos coloca ante lo más importante. A los que no podemos acompañarle en este gran encuentro, nos toca encomendarle. Siempre hemos de estar unidos a la persona del Papa, pero hay acontecimientos que nos pide una especial adhesión. La Jornada Mundial de la Juventud es uno de esos momentos en los que, con especial intensidad, rezamos por que dé abundantes frutos apostólicos.

Precisamente en el evangelio de hoy leemos la parábola del sembrador en la que se nos dice que la semilla cae en diversa clase de terrenos. La semilla es la misma, pero no siempre va a parar a un lugar adecuado. Los diferentes terrenos hacen referencia a las disposiciones personales de cada uno. Es misterioso, pero real, que la palabra de Dios parece más eficaz en unas personas que en otras.

La experiencia nos indica que, en otras Jornadas Mundiales de la Juventud, son muchos los asistentes que han sido interpelados de una manera especial por el Señor. Son acontecimientos en los que se distribuye la semilla del evangelio. Nosotros tenemos aún elr ecuerdo de lo sucedido en Madrid, y el testimonio de tantos muchachos y muchachas que experimentaron la cercanía del amor de Dios. Por eso, llenos de esperanza pedimos porque sea abundante la tierra fecunda que permita que la semilla fructifique.

Dios no deja de salir a sembrar su palabra de salvación. Continuamente nos habla, a través de la creación, de las personas, de los acontecimientos, … pero sobre todo lo hace cuando su palabra es anunciada directamente. Pidamos, pues, para que todos los que asisten al encuentro con el santo Padre, y también los que seguiremos esos acontecimientos desde los medios de comunicación, tengamos nuestro corazón bien dispuesto, para acoger lo que el Señor nos quiere decir. Que podamos experimentar que lo que crece en nosotros es por la virtualidad misma de la gracia. Así sucede con las semillas. El poder de dar fruto está en ella, pero necesita de un terreno adecuado para desarrollarse según todo su poder. También Dios quiere hacer cosas grandes en nuestra vida, pero quiere que estemos dispuestos para ello, que no le cerremos nuestro corazón.

Al meditar este evangelio no podemos dejar de pensar en la Virgen María. Ella fue una tierra fecunda en la que la semilla de Dios fructificó plenamente. Nos encomendamos a ella. El Papa también lo ha hecho rezando en santa María la Mayor antes de emprender el viaje, y acudiendo al santuario de Nuestra Señora de Aparecida, patrona de Brasil, para encomendarle este viaje. Que la Virgen roture nuestro corazón con su dulzura y nos enseñe a acoger los dones de Dios para que también fructifiquen en nosotros.