¡Eeehhh! ¡Hoooooolaaaa! ¿Hay alguien ahí? Ojalá el comentario al Evangelio de hoy no lo leyese nadie. Qué ¿por qué? Pues porque espero que antes hayáis leído el Evangelio de hoy, hayáis terminado el último párrafo y hayáis pensado ¿qué hago aquí delante de mi ordenador/computadora, Smartphone, Tablet o tablilla? Ahora mismo voy a prender fuego a la tierra, a anunciar esa pasión de Cristo con la pasión de Cristo. ¿Cómo podemos quedarnos igual que antes después de haber escuchado “He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!”?  Para cada uno de nosotros Cristo tiene que ser una pasión apasionante, anunciar el Evangelio más necesario que respirar, que comer, que dormir, que descansar. ¿Cómo permanecer pacíficamente sentados mientras a nuestro lado haya alguien que no conozca a Jesús, que le niegue o le resulte indiferente? Y si no está a nuestro lado y hubiera que cruzar medio mundo para estar cerca suya ya estaríamos sacando los billetes. El que escucha la Palabra de Dios no puede ser un hombre formal, impertérrito, indiferente a cuanto le rodea. ¡No! Miramos con la mirada de Cristo y vemos montones de almas que no conocen la buena noticia del Evangelio, que viven como si no fueran hijos de Dios. Vemos las consecuencias del pecado en el hambre, los asesinatos, las guerras y conflictos. Parece que Cristo no reina en los corazones de los hombres cuando las madres reniegan de sus hijos, cuando los mayores son relegados y apartados, cuando las personas se convierten en cosas y comercian con las pasiones más bajas del ser humano, cuando solo nos preocupa el tener y el poseer. Y viendo ese aparente triunfo de los enemigos de Dios entonces nos lanzamos al mundo como Jeremías, sin miedo a caer mal o a que tramen nuestro daño, sin  miedo al desprecio o a que nos hagan el vacío. Es el Espíritu Santo el que va a llenar sus vacíos, nosotros ya estamos llenos de Dios. Tal vez alguno piense: “¡Bah! Efluvios de juventud. Ya madurará y se dará cuenta de la realidad y se tranquilizará. Os digo con el autor de la Carta a los Hebreos: “Una nube ingente de testigos nos rodea: por tanto, quitémonos lo que nos estorba y el pecado que nos ata, y corramos en la carrera que nos toca, sin retiramos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús, que, renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Recordad al que soportó la oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo. Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado”. Y tú y yo ¿Hemos llegado hasta la sangre en nuestra pelea contra el pecado? O al primer cortecito, la primera caída. El primer tropiezo ya hemos tirado la toalla. Los mártires llegaron hasta la sangre y no se detuvieron. Benedicto XVI en la beatificación de 498 mártires españoles decía: “La inscripción simultánea en el catálogo de los beatos de un número tan grande de mártires demuestra que el testimonio supremo de la sangre no es una excepción reservada solamente a algunas personas, sino una posibilidad real para todo el pueblo cristiano. En efecto, se trata de hombres y mujeres diversos por edad, vocación y condición social, que pagaron con la vida su fidelidad a Cristo y a su Iglesia.” “Con su testimonio iluminan nuestro camino espiritual hacia la santidad, y nos alientan a entregar nuestras vidas como ofrenda de amor a Dios y a los hermanos. Al mismo tiempo, con sus palabras y gestos de perdón hacia sus perseguidores, nos impulsan a trabajar incansablemente por la misericordia, la reconciliación y la convivencia pacífica. Os invito de corazón a fortalecer cada día más la comunión eclesial, a ser testigos fieles del Evangelio en el mundo, sintiendo la dicha de ser miembros vivos de la Iglesia, verdadera esposa de Cristo.”

Desde luego el tibio, el indiferente, el cumplidor y nada más, el que no se apasiona con el Evangelio no temerá nunca ser mártir, ni llegará a ser feliz. Ojalá hoy reavivemos las ascuas de ese fuego que Jesús puso en nuestro corazón el día de nuestro bautismo, recuperemos la pasión, la alegría, la fortaleza de unirnos más a Cristo para llevarle a todas partes, sin miedos.

El Papa nos decía en el Ángelus de la pasada Jornada Mundial de la Juventud: “Queridos amigos, éste es nuestro modelo (María). La que ha recibido el don más precioso de parte de Dios, como primer gesto de respuesta se pone en camino para servir y llevar a Jesús. Pidamos a la Virgen que nos ayude también a nosotros a llevar la alegría de Cristo a nuestros familiares, compañeros, amigos, a todos. No tengan nunca miedo de ser generosos con Cristo. ¡Vale la pena! Salgan y vayan con valentía y generosidad, para que todos los hombres y mujeres encuentren al Señor.