Es muy recomendable asistir a Misa todos los días que se pueda, cuantos más mejor. Pero si las distancias, la situación personal o el ajetreo de la vida no te lo permite, al menos, lee cada día las lecturas de la Misa que la Iglesia nos recomienda cada día…, y anima a otros a hacerlo. Leer cada día el Evangelio es una aventura apasionante. Algo tiene hoy que decirte tu Dios y te lo suele decir al oído, sin griteríos, en el fondo del corazón. Es curioso ver como el mismo Evangelio provoca distintas reacciones en unos o en otros. En las novelas o en otros escritos el autor procura crear sensaciones: angustia, alegría, gozo, sospecha, miedo…, el Evangelio habla personalmente al corazón, pues la Palabra de Dios puede hacerlo, y a cada uno de forma distinta. Acercarse así al Evangelio es apasionante y sorprendente.

“Jesús le contestó: -«Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo- y luego vente conmigo.»” ¿Queremos llegar hasta el final? De cada uno dependerá la respuesta. Tal vez después de leer este Evangelio nos marchemos tristes como el joven, o nos decidamos a llegar hasta el final. Las decisiones no son fáciles porque en ocasiones no nos las creemos. Todavía resuena en nuestros oídos las respuestas firmes y contundentes del pueblo de Israel a Josué diciendo que nunca abandonarán al Señor y ya escuchamos hoy en la primera lectura que “En aquellos días, los israelitas hicieron lo que el Señor reprueba, dieron culto a los ídolos; abandonaron al Señor, Dios de sus padres, que los había sacado de Egipto, y se fueron tras los otros dioses, dioses de las naciones vecinas, y los adoraron, irritando al Señor. Abandonaron al Señor y dieron culto a Baal y a Astarté.” Muchas veces uno no se decide en la vida a seguir al Señor por miedo a ser infiel. Si a cualquiera de nosotros le dijesen ¿serías capaz de vivir sin nada?, seguramente responderemos que no, que algunas cosas nos son indispensables. Pero si por reveses de la vida, por vivir hasta el fondo la caridad con un ser querido, nos quedásemos sin nada ya veríamos cómo íbamos pasando el día a día. El seguimiento a Cristo es un seguimiento diario y así la fidelidad se forja día a día. El “para siempre” se compone de multitud de “ahoras”. Tanto en el matrimonio, como en la vocación sacerdotal o religiosa como en cualquier opción de vida, se es fiel ahora, y por la misericordia de Dios en el rato siguiente, y en el siguiente, y en el siguiente… ¿Y dentro de veinte años? Te lo diré en el ahora dentro de dos décadas. Por eso los enemigos de la fidelidad son la imaginación y la añoranza. No hay que estar mirando al futuro, que ya llegará, ni al pasado que ya fue. Sólo fijamos los ojos en el ahora y en la meta. Y tanto en el ahora como en la meta tiene que estar Jesús a nuestro lado. Para quien esté pasando una crisis vocacional que se pregunte ¿Qué estoy haciendo ahora para vivir mi vocación? No pienses qué va a ser de ti mañana o el año que viene, no pienses en lo que pensabas que sería o en lo que fuiste. Hoy, en este momento, vive lo que Dios te pide, tienes la Gracia para hacerlo y no te faltará.

La Virgen María es la mujer del Fiat, que Dios haga en cada momento lo que tiene que hacer y ella lo vive. Dile a Dios “hágase en mí” y él irá haciendo.