Comentario Pastoral
VIVIR EN ACCIÓN DE GRACIAS

Algunos, basándose en el relato evangélico de la curación de los diez leprosos, de los que solamente uno vuelve a dar gracias a Jesús, podrían deducir en un análisis del juicio global de la sociedad en que vivimos, que tan sólo el diez por ciento de las personas son agradecidas. No basta con tener talante interior de gratitud, sino que es preciso demostrarlo. ¡Qué importante es reconocer los beneficios que otro nos ha hecho, saber agradecer sus palabras y obras buenas!

En términos fríos de justicia, de servicios obligados, de mero cumplimiento del trabajo profesional, se corre el peligro de ver todo normal, como debido, como pago como obligación, como reivindicación. Muchas personas son autómatas y actúan por una insensibilidad despersonalizada. No hacen el más mínimo esfuerzo por ayudar al que lo precisa, si el asunto no está contemplado en el reglamento laboral o en el contrato firmado.

Saber agradecer es mirar positivamente los gestos, las actitudes, las manos abiertas de los que nos favorecen. No es simple cuestión de cortesía, de buena educación, sino de buen corazón. Por eso se puede afirmar que el cristiano debe tener siempre mirada limpia para ver las continuas acciones gratuitas de Dios en favor nuestro. Como 10 hizo la Virgen, cuya vida fue un prolongado «Magníficat». Sabido es que Dios no obra por obligación, sino por amor.

En este domingo (XXVIII del tiempo ordinario) conviene recordar que agradecer es sinónimo de alabar y bendecir. Tener capacidad de alabar es tener capacidad de admirar, de contemplar, de adorar, de olvidarse de si mismo. Es lo que hizo el leproso dando gloria a Dios. La alabanza engloba la acción de gracias. Lo repetimos sin damos cuenta, en el Gloria de la Misa: «Te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor».

Una cosa importante para vivir en acción de gracias es tener memoria. Cuando se recuerda el estado anterior se analiza la situación actual mejorada, surge casi espontáneamente el agradecimiento. Memoria tuvo el leproso samaritano que volvió, porque no sólo miró su cuerpo limpio, sino sobre todo su corazón; los otros nueve solo miraron su cuerpo y no se acordaron de más.

Tengamos presente que Naamán encuentra a Dios en su curación y lo reconoce en pública confesión de acción de gracias. La salvación total sólo alcanza al leproso agradecido que se vuelve alabando a Dios.

Andrés Pardo

 

 

Palabra de Dios:

libro de los Reyes 5, 14-17 Sal 97, 1. 2-3ab. 3cd-4
Timoteo 2, 8-13 San Lucas 17, 11-19

Comprender la Palabra

En el orden de la Salvación, todo es Gracia. No basta saberlo; la Palabra de Dios nos enseña a vivirlo en consciente gratitud.

La primera lectura del Libro de los Reyes, evoca la curación de Naamán. Estas pocas líneas solo tienen sentido si se lee o recuerda la narración entera (5,1-27). Quiere decir en un estilo popular que el único Dios, el de Israel, ofrece la Salvación también a los extranjeros. A Naamán se le pide, como expresión de la sinceridad (y humildad) de su confianza, lavarse en el Jordán. El agua es signo de purificación. La limpieza alcanza a otro plano de mayor importancia y trascendencia, es decir, al plano íntimo y espiritual del hombre. Tema de gratitud; el don de Dios no se «paga» (actitud ejemplar de Eliseo). Naamán corresponde con la fe: sólo adorará al único Dios (otro rito pedagógico: sobre un puñado de tierra santa cogida en Israel).

En la segunda Carta a Timoteo, a modo de testamento pastoral, el apóstol inculca al discípulo el principio y fundamento de toda vida, acción, fervor y martirio del servidor del Evangelio: unión en fidelidad con Cristo. Todo lo demás es secundario, y sin esto sería inútil. El autor está en la cárcel, por eso afirma que la Palabra de Dios no está encadenada. Siempre ha de desbordar todas las ataduras internas y externas. Se trata de una palabra que ofrece la libertad. Hay también que estar alerta para no reducir la palabra evangélica, sino interpretarla; ofrecer al lector u oyente moderno de modo inteligible y asimilable, pero sin adulterar su esencia y su fuerza.

Lucas tiene interés en hacer constar que Jesús, en su «Camino hacia Jerusalén» entró también en relación con Samaria. Los samaritanos y judíos eran hermanos enemistados. Hijos de una misma historia, copartícipes de una misma Tierra prometida, se miraban con rencor. Los israelitas (de Judea o de Galilea) consideraban a los de Samaria «extranjeros» en el tono más peyorativo de la expresión, como si perteneciesen al paganismo.

El evangelista destaca la simpatía de Jesús con los samaritanos. Preludio de la abertura con que su Evangelio, nacido en Israel, debía extenderse a todos los pueblos. Verdad y Amor están por encima de las fronteras humanas. Por eso san Lucas, historiador y teólogo a un tiempo, comienza la página que leemos hoy con esta indicación, más significativa que topográfica: «Camino de Jerusalén cruzaba a través de Samaria y Galilea…».

Jesús denuncia los privilegios de Israel para ofrecer una salvación que alcanza a todos los hombres y a todas las clases sociales y religiosas. Dios ama sin fronteras y él ofrece una salvación sin fronteras. Hoy como ayer es necesario que los discípulos de Jesús entiendan y sientan que la salvación de Jesús humaniza y rompe fronteras. El hombre actual necesita recibir ese mensaje transmitido por testigos convincentes y convencidos de esta verdad consoladora.

Ángel Fontcuberta

 

al ritmo de las celebraciones

FESTIVIDAD DE SANTA TERESA DE JESÚS

 

El 15 de octubre celebra la Iglesia la fiesta de Santa Teresa de Jesús, religiosa carmelita y doctora de la Iglesia. Hay santos que rebasan su tiempo y se perpetúan, como en este caso santa Teresa, que vivió profundamente el misterio de Dios y supo expresarlo en escritos claros y limpios, y que entregó su vida por la Iglesia.

Teresa nace en Ávila el 28 de marzo de 1515, hija de Alonso Sánchez de Cepeda y de Beatriz de Ahumada. Sintiendo seriamente la vocación religiosa, ingresa el 2 de noviembre de 1535 en el Convento de la Encarnación de monjas carmelitas, que será durante 37 años el centro de su vida, con breves salidas y estancias fuera, por enfermedad o por atender personas.

La determinación de observar la regla carmelitana con la mayor perfección posible, la lleva a buscar un nuevo estilo de vida, en un contexto nuevo, en una comunidad nueva. Nace así en Ávila, el 24 de agosto de 1562, la pequeña comunidad del Convento de San José. Teresa invita con fuerza a sus hijas a unirse en esta misión urgente, imprimiendo un sentido apostólico a todos los elementos que componen el tejido de vida del Carmelo renovado.

Ve realizado su deseo de una provincia independiente para los descalzos y descalzas, dentro de la Orden del Carmen, promulgada por Roma y ejecutada en el capítulo provincial de Alcalá de marzo de 1581. Año y medio más tarde, finalizada la fundación de Burgos y después del gozo de ver a los primeros frailes partir como misioneros al Congo, muere en la tarde del 4 de octubre de 1582. El día siguiente, debido a la reforma gregoriana del calendario, será 15 de octubre.

Una de las características fundamentales de Santa Teresa será la universalidad de su magisterio espiritual, y el dinamismo inspirador del testimonio de su vida y de su palabra. La Iglesia reconocerá muy pronto oficialmente su santidad: Pablo V la beatifica el 24 de abril de 1614, y Gregorio XV la canoniza el 12 de marzo de 1622. Pablo VI la declara Patrona de los Escritores Católicos Españoles (6 agosto de 1965) y dará el paso final el 27 de septiembre de 1970, al declararla «Doctora» de la Iglesia.

Que Santa Teresa que mostró, por inspiración del Espíritu Santo, el camino de la perfección a la Iglesia, nos ayude, viviendo de su doctrina, a encender en nosotros el deseo de la verdadera santidad (cf. oración colecta de la Misa).


Ángel Fontcuberta

 

Para la Semana

Lunes 14:
Rom 1,1-7. Por Cristo hemos recibido la gracia del apostolado, para suscitar la obediencia de la fe entre todos los gentiles.

Sal 97. El Señor ha dado a conocer su victoria.

Lc 11,29-32. A esta generación no se le dará más signo que el signo de Jonás.
Martes 15:
Santa Teresa de Jesús (1515-1582), virgen y doctora, reformadora de la vida carmelita, fundando quince nuevos carmelos, gran escritora espiritual.

Eclesiástico 15,1-6. Lo llena de sabiduría e inteligencia.

Sal 88. Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré.

Mateo 11,25-30. Soy manso y humilde de corazón.
Miércoles 16:
Romanos 2, 1-11. Pagaré a cada uno según sus obras, primero al judío, pero también al griego.

Sal 61. Tú, Señor, pagas a cada uno según sus obras.

Lucas 11,42-46. ¡Ay de vosotros, fariseos! ¡Ay de vosotros también, maestros de la ley!
Jueves 17:
San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir. Memoria.

Rom 3,21-30a. Sostenemos que el hombre es justificado por la fe, sin obras de la Ley.

Sal 129. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

Lc 11,47-54. Se pedirá cuenta de la sangre de los profetas, desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías.
Viernes 18:
San Lucas, evangelista, compañero de san Pablo, autor del tercer evangelio y de los Hechos de los Apóstoles.


Timoteo 4,9-17. Sólo Lucas está conmigo.

Sal 144. Que tus fieles, Señor, proclamen la Gloria de tu reinado.

Lucas 10,1-9. La mies es abundante y los obreros pocos.
Sábado 19:
Romanos 4,13.16-18. Apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza.

Sal 104. El Señor se acuerda de su alianza eternamente.

Lucas 12,8-12. El Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir.