En la Sagrada Escritura se habla de la dureza de corazón para referirse a la incapacidad de creer, De hecho es esa dureza la que pervierte la mirada del hombre sobre la realidad y lo cierra sobre sí mismo. No es extraño que de esa actitud se siga un mal comportamiento moral mostrado sobretodo en el trato injusto del prójimo. Cuando la dureza del corazón está muy extendida puede hablarse de “generación perversa”. Así lo hace el Señor en el Evangelio de hoy. Aquellos hombres, ¿y por qué no también nosotros?, eran incapaces de ver lo que tenían ante los ojos.

Hay una certeza y es que Dios no abandona a sus hijos. De la misma manera sabemos que el Señor busca continuos caminos para acercarse al hombre, a todos y en todos los lugares. Es lo que expresa el salmo de este día: “se acordó de su misericordia y su fidelidad a favor de la casa de Israel”. El corazón de Dios tiene sed de todos los hombres. No hay uno solo que no sea importante para Él. Por lo mismo idea formas de hacerse reconocible. Al margen de que la revelación explícita, el conocimiento de la persona de Jesús, no llegue a todos, Dios ha puesto en el interior de cada hombre un deseo de verdad y de bien. De ahí que la voz de la conciencia indique, cuando se actúa con rectitud, un camino. Después hay otros muchos medios que el Señor dispone. Aunque no los conocemos todos sí que sabemos que el principal es la Iglesia.

El otro día comentábamos con el director de un colegio, viendo llegar a los padres con sus hijos a primera hora de la mañana, la alegría que percibñiamos en algunas familias que sabemos intentan vivir su fe. Y nos preguntábamos por la causa de esa alegría, si iba más allá de que las cosas les fueran en general bien o si hundían sus raíces en razones más profundas.

No cabe duda de que, para descubrir la verdad y el bien, no basta con que estas estén ante nuestros ojos. También el Señor apareció ante sus contemporáneos e hizo milagros. Es necesario tener una mirada limpia. La dureza de corazón impide reconocer la realidad tal como se muestra. Y aún es capaz de algo peor. Cuando se generaliza influye en las demás personas. Es la “generación perversa”. Así se genera un ambiente, una forma de pensar, que impide a las personas ver la verdad de las cosas. En nuestro tiempo pasa algo así.

Ayer se beatificaron en Tarragona a 522 mártires que murieron en España a causa de su fe. Vivieron tiempos muy difíciles, pero fueron capaces de mantenerse fieles, porque había algo que llenaba su corazón. A pesar de lo que sucedía a su alrededor supieron reconocer el amor de Cristo y vivir de acuerdo con él.

Por eso hemos de pedir, cada uno de nosotros, a Dios que mantenga limpia la mirada de nuestro corazón para saber reconocer los signos de su presencia. Que María, la Virgen, nos ayude a no perder la limpieza de conciencia y nos acompañe en el seguimiento de su hijo.