Comentario Pastoral
LA ESPERANZA ÚLTIMA

Para comprender cuál es la esperanza última que tiene el creyente, hay que partir de textos veterotestamentarios y recorrer el lento y largo camino que, desde la oscuridad, lleva a la luminosa profesión de fe que leemos en el segundo libro de los Macabeos (primera lectura): «Tú, rey malvado, nos arrancas de la vida presente, pero cuando hayamos muerto por su ley, el rey del universo nos resucitará para la vida eterna… Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará».

El Evangelio nos presenta una de las controversias de Jesús con las distintas clases teológicas. Los saduceos, partido aristocrático-conservador, enfrentados sobre todo con los fariseos en lo que respecta a la Resurrección, quieren poner a prueba a Jesús. Pero Jesús, contra el pavor de la muerte, contra la curiosidad morbosa sobre el futuro del hombre, manifiesta la esperanza pascual unida al Dios de la vida. Dios es vida y el que cree en él vive con él y para él. Siempre que celebramos la eucaristía debemos experimentar que Dios vence nuestra mortalidad y siembra en nosotros un germen de inmortalidad. «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día».

La vida es un camino, lleno de etapas intermedias, hasta llegar a la definitiva. El presente florecerá en un futuro de gloria. Éste es el gran consuelo y esperanza que Dios nos da.

Si Cristo no resucitó, es vana nuestra fe. En su Resurrección se basa la esperanza de nuestra propia resurrección. Esta esperanza relativiza a todos los cristianos los absolutos de su existencia. Le corrige sus ideas e ideales más inconmovibles. Le pone en cuestión la misma vida. La muerte y el martirio serán el paso a una vida nueva.

El cristiano, que en el bautismo muere con Cristo para resucitar con él, deberá pedir continuamente la esperanza y las fuerzas que necesita para vivir en consecuencia y hasta el fin ese bautismo.

La esperanza relativiza el presente. El cristiano no puede establecer alianzas definitivas que lo distraigan de su camino. Su meta está siempre más lejos.

Pero la esperanza sostiene el presente, lo hace fecundo e importante. La esperanza del futuro estimula y alimenta el empeño en el presente por encima de sus límites, heridas y tensiones. Los cristianos en el mundo son profetas de la vida y de la alegría.

Andrés Pardo

 

 

Palabra de Dios:

Macabeos 7, 1-2. 9-14 Sal 16, 1. 5-6. 8 y 15
San Pablo a los Tesalonicenses 2, 16-3, 5 San Lucas 20, 27-38

Comprender la Palabra

El evangelio de este domingo está ambientado en el Templo de Jerusalén, poco antes de la muerte de Jesús. Su tema es el punto crítico de nuestra fe: ¿el hombre existe para sólo morir, o está destinado a una sublime renovación de su vida más allá de la muerte? En lenguaje sencillo y gráfico: ¿habrá o no resurrección?

En la primera lectura escuchamos un fragmento del acto del martirio de aquellos siete hermanos con su madre. En esta narración ejemplar, el autor del segundo Libro de los Macabeos muestra cómo la esperanza de la resurrección es motivo eficaz de fidelidad heroica hasta la muerte. La esperanza en la resurrección surge en Israel hacia el siglo II antes de Cristo. Surgieron dudas sobre a quienes alcanzaría la resurrección.

En un principio, se pensó sólo en los mártires. Estos resucitarían gloriosos. En un estadio posterior alcanzaría a todos los justos. Finalmente, alcanzaría a todos pero no con la misma fortuna.

Terminada la exhortación a no dejarse engañar por anuncios de un inmediato fin del mundo, la segunda Carta a los Tesalonicenses prosigue con una espontánea sucesión de frases independientes. En cada una de ellas se refleja toda la espiritualidad de san Pablo ungida por el «sentido de la Gracia» y una amistad traducida a comunión de plegaria por sus intenciones y las de sus discípulos. La tarea evangelizadora seguirá avanzando a pesar de todas las oposiciones y dificultades. Este seguirá siendo el camino hasta ahora y lo seguirá siendo (testimonio de ello son el relato de los Hechos de los apóstoles y los retazos autobiográficos que se encuentran diseminados en los escritos paulinos). En el relato de los Hechos encontraremos con frecuencia la referencia a que la Iglesia crecía animada por el Espíritu Santo. Dios que es fiel no defrauda nunca a los que creen en Él y, menos aún, a los mensajeros de su Hijo.

Ya en Jerusalén, Cristo adoctrina al pueblo en los atrios del templo. Inminente la Pascua y su pasión. Dirigentes religiosos de varias tendencias entran en controversia con Él. Hoy escucharemos uno de los puntos discutidos: el de la resurrección. Los evangelistas han conservado el recuerdo de algunas de las «controversias» del Maestro, porque contribuyen a iluminar su doctrina por contraste con errores ajenos. Además, sirvieron de norma a la Comunidad apostólica, que, en contacto social con ideologías no aceptables, se vio también obligada a discernir y discutir.

En un mundo con tantas dificultades para elevarse a lo espiritual este relato evangélico tiene mucho que ofrecerle; pero también es verdad que no es fácil la comprensión y aceptación del mismo. Hay que seguir proclamando la vida futura feliz, culminación de una vida asaltada por el sufrimiento y la muerte. No es fácil la aceptación de esta esperanza. Por eso hacen falta testigos verdaderamente convencidos de esta verdad. Y la raíz y apoyo de la misma es un acontecimiento: la resurrección del propio Jesús como primogénito de entre los muertos, a quien seguimos todos, y un fundamento firme: el poder de Dios que tiene capacidad para devolver la vida a todos y para siempre.

Ángel Fontcuberta

 

mejorar la celebración

El Altar

 

La proliferación de capillas con altares laterales en las iglesias románicas, pero sobre todo góticas, en las que no había posibilidad de tener sede presidencial ni ambón, introdujo la costumbre de realizarlo todo en el mismo altar. Muy pronto, incluso cuando la Misa en las iglesias mayores eran posibles los cantos y los ministerios a realizar por los distintos ministros (lectores, cantores, diácono, etc.) el celebrante se habituó a convertir la Mesa Santa en un lugar simplemente funcional donde realizar todo el conjunto de ritos de la Misa. Esta costumbre ha pervivido en la liturgia latina hasta la publicación de la Instrucción Inter oecumenici (1964) y el Misal de Pablo VI (1970).

Actualmente la normativa litúrgica ha devuelto al altar su auténtico significado de Mesa Santa, devolviéndole su verdadera finalidad y no permitiendo convertirlo en una simple mesa utilitaria. El altar debe volver a ser la Mesa Santa del Señor, icono y profecía de la Mesa del cielo donde Cristo nos invitará a comer y beber con él en su reino.

Como defectos más frecuentes a edificar en este sentido serían: a) no esta permitido usar el altar para los ritos introductorios (salutación, acto penitencial, Kyrie, Gloria, Colecta), puesto que está mandado explícitamente realizarlos en la sede; b) tampoco ha de usarse el altar para la Liturgia de la Palabra (Lecturas, Salmo y Evangelio) pues han de realizarse en el ambón, incluso en las Misas rezadas (IGMR 50, 124, 174, 178, 211). Sí puede decirse en el altar la Oración después de la comunión (IGMR 165), pues esta oración forma parte de la liturgia eucarística.

En las Misas sin pueblo el sacerdote puede celebrar toda la misa en el altar (IGMR 256). En la tercera edición de la Ordenación General del Misal Romano no se especifica en qué parte del altar debe ubicarse el celebrante; las anteriores ediciones le ubicaban en el lado izquierdo del altar para la primera parte de la Misa (IGMR, edic. 1975, n. 214), dejando la parte central del altar para la liturgia eucarística. Esta práctica, aún cuando ahora no esté explícitamente mandado, debe seguir observándose.


Ángel Fontcuberta

 

Para la Semana

Lunes 11:
San Martín de Tour, obispo. Memoria.

Sabiduría 1,1-7. La sabiduría es un espíritu amigo de los hombres; el espíritu del Señor llena la tierra.

Sal 138. Guíame, Señor, por el camino eterno.

Lucas 17,1-6. Si siete veces vuelve a decirte: «lo siento», lo perdonarás.
Martes 12:
San Josafat, obispo y mártir. Memoria

Sabiduría 2,23-3,9. La gente pensaba que morían. pero ellos están en paz.

Sal 33. Bendigo al Señor en todo momento.

Lucas 17,7-10. Somos unos pobres siervos. hemos hecho lo que teníamos que hacer.
Miércoles 13:
Sabiduría 6, 1 -11. Escuchad, reyes, a ver si aprendéis a ser sabios.

Sal 81. Levántate, oh Dios, y juzga la tierra.

Lucas 17,11-19. ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?
Jueves 14:
Sabiduría 7,22.8, l. La sabiduría es reflejo de la luz eterna, espejo nítido de la actividad de Dios.

Sal 118. Tu palabra, Señor, es eterna.

Lucas 17,20-25. El Reino de Dios está dentro de Vosotros.
Viernes 15:
Sabiduría 13.1.9. Si lograron averiguar el principio del cosmos, ¿cómo no descubrieron a su dueño?

Sal 18: El cielo proclama la gloria de Dios.

Lucas 17,26-37. El día en que se manifestará el Hijo del Hombre.
Sábado 16:
Sabiduría 18,14-16;19,6-9. Se vio el mar Rojo convertido en camino practicable, y triscaban como corderos.

Sal 104. Recordad las maravillas que hizo el Señor.

Lucas 18,1-8. Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan.