Ahora vivimos las catástrofes que pasan por el mundo casi en directo. Tifones y huracanes, Tsunamis, guerras, terremotos, volcanes, hambrunas, accidentes…, se nos presentan todos en pocas horas en la pantalla de la televisión. Enseguida se buscan causas, consecuencias, evaluación de daños y todo empieza a ser parte como de una película. Las cosas que suceden por el mundo acaban ocurriendo en televisión, y la televisión cuando quiero la apago (o cambio de canal, que eso de apagar la televisión es “muy fuerte”). Y mientras tanto nuestra vida sigue igual, nos vamos inmunizando contra lo que pasa en la televisión, como mucho mandamos un sms solidario y a vivir que son dos día.

«Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos.
Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos.

Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del hombre.

Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa, que no baje por ellas; si uno está en el campo, que no vuelva.

Acordaos de la mujer de Lot.»

¿Qué le pasó a la mujer de Lot? (Seguro que no hace falta que os lo recuerde, pero lo hago). Cuando salían de Sodoma que estaba siendo destruida por el fuego se volvió con curiosidad a ver qué pasaba -a pesar de la prohibición de Dios-, y se quedó convertida en estatua de sal. Ella ya se consideraba a salvo, tal vez porque eran más listos, habían huido a tiempo o habían tenido un chivatazo celestial. Pero su salvación se la debía a sí misma, ya estaba lejos de la catástrofe y podía mirarla con cierta indiferencia. No se daba cuenta de que si estaba a salvo era por que Abraham estaba cerca de Dios, y Dios les exigía un cambio de vida, de casa. de ciudad. Dios podía haberles preparado un refugio antinuclear en el sótano de su casa, pero los hizo cambiar de vida.

Cuando nosotros vemos lo que sucede en nuestro entorno podemos dejarlo en la televisión y seguimos comiendo, bebiendo…, o preguntarnos sinceramente ¿Estoy preparado para estar delante de Dios? ¿Me encontrará Dios preparado para reconocerle? ¿O seguiré mirando atrás, añorando la vida pasada? Se va acercando el final del año litúrgico ¿Me preparo para el encuentro con Dios? ¿Estoy dispuesto a cambiar de vida?

Todas estas preguntas no las respondas con miedo, vas de la mano de María y ella hace que el camino sea un caminar hacia la Vida.