Jeremías 31, 31-34

Sal 50, 12-13. 14-15. 18-19 

san Mateo 16, 13-23

“ Desde entonces empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenla que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tema que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: -«¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.» Jesús se volvió y dijo a Pedro: -«Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.» “ San Pedro pasa de la gloria de haber acertado la pregunta del Señor a la estupidez más grande sin solución de continuidad. Se le olvidó mirar si había conectado la fuente de alimentación al ordenador y pensaría que su máquina funcionaría por no llevar corbata (sobre este tema pregunten al ministro de industria de España). Este relato del Evangelio es de los que más me gustan. San Pedro que acierta de pleno y después lo pierde todo ¿No es eso lo que nos pasa tan a menudo a nosotros?

A veces nos vamos de ejercicios espirituales, o tenemos un rato de oración en que disfrutamos plenamente de Dios, o estamos de vacaciones con la familia y todo es perfecto. Y al día siguiente de llegar cargado de buenos propósitos, lo hemos fastidiado todo: ha vuelto la pereza, la comodidad, el mal humor, la lujuria, la avaricia,.. Y entonces nos parece que los días pasados han sido un engaño, no valemos para nada y somos incapaces de amar a Dios y a los demás. Y entramos en depresión: Todo lo que hemos hecho no ha valido para nada, somos unos inútiles, Dios no nos quiere santos, y demás de racionamientos que vienen de Satanás. Pero: “todos me conocerán, desde el pequeño al grande -oráculo del Señor-, cuando perdone sus crímenes y no recuerde sus pecados.” Si cuando nos hemos creído más fuertes tenemos que buscar un sacerdote, llorar nuestros pecados y volvernos hacía Dios, entonces, dale gracias. En la debilidad de los hombres se muestra la fortaleza de Dios. ¿Hemos hecho muchas cosas? Comparado con el amor de Dios son pocas. Dale gracias a Dios y vuelve a comenzar. Lo que te parecía tan difícil es tan sencillo como conectarte al enchufe del amor de Dios y, lo que parecía que no serías capaz de hacer, lo harás o, mejor dicho, lo hará Dios por tu medio.

La Virgen nos recuerda cada instante cuando estamos enchufados en la corriente de Dios o cuando nos alimentamos de nuestra propia vanidad. Para funcionar escuchémosla.