Efesios 2, 12-22

Sal 84, 9ab-10. 11-12. 13-14 

San Lucas 12, 35-38

«Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.» El tiempo de espera de la vuelta del Señor también es relativo. Para algunos les puede parecer demasiado tiempo, ya han pasado 21 siglos. Muchos pueden pensar que pueden dejar de estar en vela. Después de dos mil años no va a venir el Señor justo en nuestra época, pensarán. No lo sé, puede ser mañana o dentro de otros veinte siglos. Lo que si es cierto es que nuestra vida (aunque lleguemos a los ciento quince años), es muy breve para prepararnos a la venida de Cristo. No debería sobrarnos si un minuto. Cuando el Señor llame no podemos decir: “Un momento.” Tendremos que abrir en ese momento, sin demoras.

Esa tensión de la vida del cristiano no nos lleva a vivir con estrés, sino con intensidad. Cada momento de nuestra vida es importante, es el momento de decirle sí al Señor. No lo será mañana, ni podemos vivir del ayer. Ahora, según lees esto, puedes decirle a Dios si o no. Tal vez pasen los años, pero serán años llenos de sies o de noes. Con nuestra respuesta la Iglesia se irá edificando: “Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.” De nuestra respuesta de ahora depende cómo es la Iglesia. No podemos esperar a mañana, a después, a dentro de un rato. Ahora edificamos la Iglesia pues el Espíritu Santo no espera a dentro de un tiempo, ahora te está dando la gracia necesaria para que el edificio de la Iglesia sea según el plan de Dios. Y de nuestra respuesta depende que todo el edificio quede ensamblado. A veces el tiempo nos puede parecer muy largo, pero el futuro depende de nuestro si de hoy.

Ojalá cuando llegue el Señor nos encuentre diciendo que sí a su voluntad y animando a muchos a decir que si al Señor. La Virgen dijo un si firme y definitivo, que se hizo presente cada instante de su vida. Que así sea nuestro si a Dios y a los dones del Espíritu Santo.