Efesios 4,1-6

Sal 23, 1-2. 3-4ab. 5-6 

San Lucas 12, 54-59

“Hipócritas: si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que se debe hacer?” Podemos echar una mirada al panorama actual y enfadarnos. Enfadarnos con el mundo y ver todo lo negativo, desesperarnos o encerrarnos en nuestra sinrazón, lo que no sé que es peor. A veces buscamos un lugar donde nos comprendan, donde no tengamos problemas y todo parezca del color de rosa, pero ese no es le mundo real, del que Dios te pedirá cuentas. También podemos volvernos unos pesimistas, venirnos abajo y dejar que todo siga su curso, pero eso sería como si no se hubiese encarnado Cristo, seguiríamos bajo la tutela de la ley y del pecado. Otros pueden negociar con lo que ven a su alrededor, amoldarse y negar la gracia de Dios. Ninguna de esas opciones me parece la correcta.

“Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo”. Creo que eso es lo correcto. Humildad pues sé que no puedo arreglarlo todo, pero puedo intentarlo con la ayuda de Dios. Amables, pues todo lo que ha creado Dios es capaz de ser amado si lo miramos con ojos de misericordia. Comprensivos, pues es la gracia de Dios la que nos mantiene y algunos no la conocen o no la aprovechan. Sobrellevándonos pues muchos necesitan de nosotros y nosotros de muchos. Manteniendo la unidad pues la división no es de Dios y rompe la paz. Y todo esto por los dones de Dios: Un Señor, una fe, un bautismo, que nos llama a una vocación en una misma esperanza en Dios que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo. Si hemos podido hacer todo lo posible para que el tiempo presente se acerque un poco más a Dios, sea algo importante o algo intrascendente a los ojos de los hombres; entonces mañana será otro día y haremos lo que nos toque.

La Virgen da mucha paz en el alma a la vez que no deja de movernos a trasformar el mundo pues la caridad de Cristo nos urge. El tiempo presente es el de Dios, el resto sólo será pasado.