San Pablo a los Efesios 4, 7-16

Sal 121, 1-2. 3-4a. 4b-5

San Lucas 13, 1-9

“En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les contestó: _«¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo.” Para los judíos esa muerte indigna había sido un castigo. Habían muerto impuros, luego no llegarían a gozar de Dios. Muchos siguen viendo la muerte como una maldición. Un mal menos sería la eternidad con Dios, pero lo bueno es estar en esta vida, que más o menos conocemos. No les consuela la inmortalidad pues no confían en Dios. Pero ¿Qué sería una vida sin Dios?

«Uno tenla una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas.”» El otro día celebramos la Misa de ángeles por Jacobo, de cinco meses. Dentro de unos días la Misa de funeral por una señora de 98 años. ¿Por qué el Señor les cambia la hora a unos tanto y a otros tan poco? Sinceramente no lo sé, creo que entra dentro del misterio de Dios y que sólo comprenderemos cuando le veamos tal cual es. “Para que ya no seamos niños sacudidos por las olas y llevados al retortero por todo viento de doctrina, en la trampa de los hombres, que con astucia conduce al error; sino que, realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo, del cual todo el cuerpo, bien ajustado y unido a través de todo el complejo de junturas que lo nutren, actuando a la medida de cada parte, se procura el crecimiento del cuerpo, para construcción de si mismo en el amor.” De lo que sí estoy seguro es que Dios ha dado las suficientes gracias en cinco meses o en 98 años para que puedan gozar los dos de la presencia de Dios. Comprendo el dolor, tan distinto, de unos y de otros, pero estoy seguro que en la eternidad -por la misericordia de Dios-, ese dolor se volverá alegría y el tiempo de espera un segundo. Tengo la convicción de que Dios no castiga, se entrega totalmente por todos -tengan la edad que tengan-, y all-i nos encontraremos, formando parte del Cuerpo glorioso de Cristo.