Comentario Pastoral

FIELES DIFUNTOS

El día de los difuntos es expresión clara de la comunión entre los vivos y los muertos, pues los creyentes vivos tienen la esperanza de que sus muertos viven. Hoy la Iglesia proclama la esperanza en la resurrección; afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz.

La muerte, que tiene un sentido temible e inquietante, que plantea muchos interrogante s profundos, que despide cuestiones insoportables, que es causa de dolor agudo, no provoca en el cristiano sentimientos aterradores. La fe nos dice que nuestro Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos; que es un Dios que salva; que es un Dios fuente de vida para quien confió en él. Por eso el creyente sabe por la fe que la muerte es el paso a otra vida: morir es dormirse para despertar en un mundo nuevo. De ahí la ventaja del creyente sobre el que no tiene fe y piensa que la muerte desemboca en la nada o al menos en un absurdo desconocido.

Conscientes de que la muerte es contradicción de todo lo que es vida, proyecto y futuro, es necesario encontrar la verdadera espiritualidad cristiana de la muerte, que no es otra que la espiritualidad cristiana de la muerte, que no es otra que la espiritualidad de la resurrección. Liberados de la rebeldía y del terror, se ha de considerar la muerte con la paciente confianza del agricultor que siembra quizá en llanto, pero que recolectará en la alegría.

En este 2 de noviembre la memoria de los fallecidos se expresa en forma de oración, intercesión o súplica, invocando la misericordia de Dios. Esta súplica tradicional en la Iglesia surge por la incertidumbre inherente a la esperanza cristiana. No estamos seguros de la salvación; de ahí que la comunidad pida para sus miembros difuntos lo mejor. De este recuerdo cariñoso de nuestros muertos ha de salir reforzada nuestra esperanza, nuestro sentido de la vida, nuestra fidelidad a los valores del Evangelio. La peregrinación al cementerio ha de provocar un posterior caminar por la vida comunicando la paz, la esperanza y el gozo de Cristo Resucitado.

Andrés Pardo

 

 

 

Palabra de Dios:

Lamentaciones 3, 17-26 Sal 129, 1-2. 3-4. 5-6. 7. 8
san Pablo a los Romanos 6,3-9 san Juan 14, 1-6

Comprender la Palabra

Otras posibles lecturas: Is 25,6-10a; Hch 10,34a.37-43; Lc 24,1-12.

La lectura del Libro de Isaías pertenece a la sección que se decidió dominar «el apocalipsis de Isaías» (24,1-27,13), que contiene diversas predicciones escatológicas relativas al fin del mundo, al castigo de los enemigos y al reino universal de Dios sobre Sión y sobre el mundo. El texto de hoy nos conduce a un gran banquete en el monte Sión como símbolo de la salvación conseguida y disfrutada.

En la primera etapa de la historia de la salvación, la esperanza que se promete al pueblo de Dios se centra en bienes tangibles, experimentales, visibles y capaces de ser compartidos. El profeta traslada esta imagen y su sentido simbólico a un nuevo orden de esperanza. Es lo que se denomina «esperanza escatológica», es decir la definitiva esperanza que aún es una promesa cuando el profeta ejerce su ministerio y sus discípulos recopilar sus predicaciones. Otro elemento es la referencia a todos los pueblos. La salvación, en su realización definitiva y acabada será universal, sin fronteras ni distinción de razas o pueblos. Los creyentes somos invitados a anunciar al mundo esta etapa final y no habrá llanto, sino una intensa y definitiva alegría. El reino de los cielos comienza a realizarse ya en la tierra.

El encuentro de Pedro con el centurión romano, llamado Cornelio en Cesarea, donde se acerca guiado por la voz de Dios y es recibido con todos los honores por el centurión a quien expone los elementos básicos de la proclamación kerigmática; el Espíritu desciende sobre los oyentes y son bautizados (Hch 10,34a-37-43). Jesús ha derribado todas las fronteras con su muerte y resurrección. El Evangelio comienza una nueva aventura: llegar a todo el mundo. En la muerte y resurrección de Jesús Dios ha dicho la última palabra a favor de los hombres. La resurrección de Jesús es la maravilla de las maravillas de Dios. La evangelización a los gentiles es fruto del triunfo de Jesús sobre la muerte en la que ha derribado todos los muros de separación entre los hombres. En adelante es posible la fraternidad entre todos los pueblos a través del Cristo resucitado y del Espíritu.

El relato evangélico del sepulcro vacío está estructurado como los relatos de anunciaciones: presencia de enviados de lo alto; reacción de los receptores sobrecogidos de temor y de espanto ante lo divino; tranquilización por parte del enviado de lo alto; el mensaje que viene a transmitir (que es la parte central), signo que se ofrece a los receptores del mensaje; ejecución del mensaje.

Es necesario que el sepulcro vacío adquiera todo su sentido. El recurso a la experiencia personal y comunitaria del Cristo vivo y la revelación de lo alto que les permite identificar al resucitado con el crucificado. Los cuatro evangelistas coinciden en afirmar que la explicación de que el sepulcro está vacío se cimentaba en el acontecimiento sorprendente de la resurrección. La actuación de Dios en el momento central de la salvación ha sido de singular importancia para la humanidad. La resurrección es la nueva creación que enlaza con el proyecto original de Dios. Se trata de algo de singular importancia para la humanidad. No era fácil entrar en el misterio, en la maravilla de las maravillas del poder de Dios. Jesús ya había mostrado en su enseñanza y en las resurrecciones que había realizado: después de la muerte espera a la humanidad una vida sin fin, feliz para siempre y para todos.

Ángel Fontcuberta

 

al ritmo de las celebraciones

Santa María la Real de la Almudena

 

En los arrabales de la población que, al invadirla los musulmanes denominarían Magerit, concretamente en el lugar llamado de la Vega (en la Cuesta del mismo nombre) se rendía culto a una imagen de la Virgen bajo la advocación de «Santa María de la Vega».

En el año 711 ante el peligro de la invasión musulmana los cristianos de esta población decidieron esconder la imagen de la Virgen para evitar su profanación. Antes de tapiar el sitio colocaron dos velas encendidas junto a la imagen. En el año 1083 (habían pasado más de 370 años), el rey Alfonso VI conquista Madrid y decide buscar, sin éxito, la imagen escondida. Ante el aparente fracaso y antes de salir para la conquista de Toledo, hace solemne promesa de que si conquista Toledo, a la vuelta organizará rogativas y plegarias con el pueblo hasta encontrar la imagen. Conquistada Toledo en 1083, vuelve a Madrid con el propósito de cumplir su promesa. Se organizó una magna procesión encabezada por el rey mismo y por el arzobispo de Toledo, fray Bernardino de Ager, a los que acompañaron nobleza, clero, ejército y pueblo.

Dicha procesión discurrió en torno a la fortaleza amurallada y, al llegar a un cubo de la muralla próximo a la «Almudayna» (ciudadela en árabe), contemplaron como desprendiéndose parte del muro apareció la tal buscada imagen, con las dos velas encendidas. Todo ello ocurrió un 9 de noviembre de 1085, y la imagen tomaría el nombre de: Santa María de la Almudena. Colocándose la imagen en la cristianizada mezquita que había en la mencionada Cuesta de la Vega, en la confluencia de las calles Mayor y Bailén, pasando a denominarse (por voluntad real) Santa María la Real de la Almudena, y patrona de Madrid por voluntad de su pueblo. Allí era venerada según el Códice de Juan Diácono por San Isidro y su esposa Santa María de la Cabeza.

Al ser demolida por orden municipal la referida iglesia, la imagen pasó a la iglesia del vecino Convento del Santísimo Sacramento (MM. Bernardas Cistercienses). En 1911 se trasladó la imagen a la cripta de la futura Catedral. Las lamentables consecuencias de la Guerra Civil (1936-1939) motivaron su traslado al templo de San Isidro donde ha permanecido hasta el 10 de junio de 1993 fecha de su definitivo traslado a la actual Catedral de la Almudena (consagrada por el Papa San Juan Pablo II el 15 de junio de 1993).

El Papa Pío X en 1905 declara patrona de Madrid a Santa María la Real de la Almudena, ratificando su festividad el 9 de noviembre. El 9 de noviembre de 1948 la imagen fue coronada canónicamente por concesión del Papa Pío XII y a petición del entonces obispo de Madrid, don Leopoldo Eijo y Garay. Pablo VI en 1977 declaró a la virgen de la Almudena patrona de toda la archidiócesis de Madrid-Alcalá.


Ángel Fontcuberta

 

 

 

Para la Semana

Lunes 3:
Filipenses 2,1-4. Dadme esta gran alegría: manteneos unánimes.

Sal 130. Guarda mi alma en la paz junto a ti, Señor.

Lucas 14,12-14. No invites a tus amigos, sino a pobres y lisiados.
Martes 4:
San Carlos Borromeo (1538-1584), arzobispo de Milán, que gobernó con gran celo pastoral, introduciendo la reforma del Concilio de Trento.

Filipenses 2,5-11. Se rebajó, por eso Dios lo levantó.

Sal 21. El Señor es mi alabanza en la gran asamblea.

Lucas 14,15-24. Sal por los caminos y senderos e insiste hasta que entren y se me llene la casa.
Miércoles 5:
Filipenses 2,12-18. Seguid actuando vuestra salvación, porque es Dios quien actúa en vosotros el querer y la actividad.

Sal 26. El Señor es mi luz y mi salvación

Lucas 14,25-33. El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.
Jueves 6:
Mártires del siglo XX en España. Memoria.

Filipenses 3,3-8a. Lo que para mí era ganancia 10 consideré pérdida comparado con Cristo.

Sal 104. Que se alegren los que buscan al Señor.

Lucas 15,1-10. Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierte.
Viernes 7:
Filipenses 3,17-41. Aguardamos un salvador; él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso.

Sal 121. Vamos alegres a la casa del Señor.

Lucas 16,1-8. Los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.
Sábado 8:
Dedicación de la Basílica de Letrán, dedicada a Cristo Salvador, Iglesia madre de la cristiandad occidental .

Ezequiel 47, 1-2.9-12. Vi que manaba agua del lado derecho del templo y habrá vida dondequiera que llegue la corriente.

Sal 45. El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada.

l Corintios 3,9c-11.16-17. Sois templo de Dios.

Juan 2,13-2. Hablaba del templo de su cuerpo.