Las genealogias pueden ser un poco aburridas y repetitivas cuando no hay un interés directo y un conocimiento de su sentido, más, si no tiene nada que ver contigo. Pero este no es el caso. Mateo presenta la genealogía de Jesús para dar a conocer su ilustre ascendencia que se remonta hasta Abraham, padre de los creyentes y receptor de la promesa fundacional del pueblo de Israel, pasando por el gran rey David. En la cultura mediterránea la familia era el depósito del honor acumulado por todos los antepasados y en la familia de Jesús es sobrado.

En la primera lectura del Génesis encontramos a Judá, el heredero de las promesas al que se le predice la victoria sobre sus enemigos y la supremacía sobre sus hermanos. Se le compara al león a quien nadie se atreve a molestar. Y este también es uno de los antepasados del Señor. La genealogía la divide Mateo en tres grupos de catorce. Tres para señalar las tres grandes etapas de la historia de la salvación: Abrahán, David, la cautividad en Babilonia y Jesús que inaugura la definitiva. Él cumple las promesas hechas al pueblo de Dios desde el principio, siendo el Mesías esperado. Él es a quien se refiere la primera lectura cuando dice «hasta que venga aquel a quien está reservado, y le rindan homenaje los pueblos».

Catorce, puede venir de la suma de las letras en el hebreo del nombre de David (DVD) que suman 4+6+4. Y así, todo encaja. Jesucristo es el rey definitivo de Israel, descendiente de una dinastía de reyes, con el que nos llega la liberación. Pero, como siempre, Dios supera todas las expectativas e incluso sus promesas. Jesús es también el Hijo de Dios, es el Señor, cuyas enseñanzas y signos hay que escuchar y contemplar respectivamente para nuestra salvación. Si nos fijamos en como C.S. Lewis utiliza el león para su personaje de Aslan en la mitología de Narnia que enseña a los niños el camino correcto y la sabiduría para la vida, que obtiene el perdón de los pecados dando la vida por ellos y resucita venciendo al mal en su propia trampa, nos damos cuenta como desde su experiencia de fe nos muestra a Jesús, cuya realeza se realiza en este misterio de salvación, que va más allá de un pueblo o de una época (curiosamente su genealogía incluye a paganas).

También somos herederos de estas promesas, porque somos hijos de Dios en el Hijo por el bautismo. Y Jesús añade más promesas en el Evangelio ¿Tú te las crees? ¿Las vives esperando con fe su cumplimiento en ti, en los demás? No dudes de que las cumple, confía en Él. Estamos en Adviento.